La Changa tuky en Venezuela proporciona pistas mucho más consistentes sobre las vicisitudes experimentadas en el ciclo histórico abierto hace más de 20 años y aún en desarrollo, pues se juega en la materialidad de los cuerpos, en la agresividad de un beat endemoniado, en la sintaxis violenta de un paso de baile, en el brutalismo de un léxico malandro: algo del ámbito de la micropolítica. El tuky encarna el malestar de la cultura en las urbes latinoamericanas.