En 2012, la acusaron de matar a una de sus hijas -que murió por desnutrición mientras la llevaba en sus brazos al hospital- y fue llevada a juicio por abandono de persona agravado. Salió absuelta, pero padeció casi 2 años de cárcel sin haberse comprobado su culpabilidad.
En 2020, ocho años después, fue obligada a sentarse nuevamente en el banquillo. Esta vez, la responsabilizaron de no impedir el abuso sexual de sus hijas, supuestamente cometido por dos jóvenes condenados sin pruebas y con penas más leves que ella.
Un proceso penal que pone en evidencia la falta de perspectiva de género en el poder judicial, la ausencia del Estado a la hora de garantizar derechos, pero sí sus abusos al pretender impartir justicia. Estigmatizada como una “mala madre”, María, junto a los dos jóvenes, se enfrenta otra vez a una justicia entre comillas.
Maria no está sola
Durante los días en que transcurrió el juicio, se acercaron a manifestarse pacíficamente en las puertas del tribunal diferentes organizaciones y parientes de María, Lucas y Marcos entre las que se encontraron hijas y nietas de María brindándole su apoyo. El Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad presentó un informe al tribunal reclamando la aplicación de perspectiva de género, y el Parlamento del Mercosur aprobó una declaración en el mismo sentido. También la Asociación Pensamiento Penal se presentó como veedora del juicio; y tras una campaña de apoyo a María se lograron reunir más de 16.000 firmas entre las que figuran Nora Cortiñas, Rita Segato, Dora Barrancos, Ofelia Fernández, Marisa Herrera y Gisela Spasiuk.
Ser mujer en misiones
Misiones se encuentra entre las cuatro provincias argentinas con mayor tasa de femicidios del país junto a Chaco, Catamarca y Jujuy; y la primera en el ranking nacional en cantidad de violaciones. Según datos oficiales del IPEC, se registran dos denuncias por hora por violencia intrafamiliar o por motivos de género; mientras que durante el 2019 aumentaron un 200% las denuncias de abuso y de violencia hacia niños, niñas o adolescentes en la provincia. Aún así, la cantidad de denuncias son siempre ínfimas en relación a lo que sucede en los territorios cotidianamente.
Las niñas no son madres
María Ovando tiene 46 años y tuvo una vida muy difícil. Desde los 6, en un contexto de maltratos y abusos, trabajó como tarefera y ayudanta de mecánico. A los 12 años fue entregada a un varón. Desde entonces, María tuvo en total 12 hijes, y estuvo casi ininterrumpidamente en estado de lactancia y maternidad. Nunca aprendió a leer ni a escribir, ni tuvo acceso a un trabajo o una vivienda digna. En el 2012, cuando trabajaba en condiciones de esclavitud picando piedras, fue acusada del asesinato de una de sus hijas, que murió por desnutrición mientras la llevaba a cuestas al hospital. En la foto, María habla con una de sus nietas mientras carga en brazos a otra.
Por quien merece amor
Mucha personas, entre familiares y vecinos, se acercaron a acompañar los días del juicio a Maria, en un acto reflejo de una provincia que tiene muchas Marías y poca justicia. Llegaban desde barrios humildes de la ciudad, caminando o en colectivo, con su tereré bajo el brazo. Los tapabocas no pudieron silenciar la pregunta de sus ojos.
En pocas palabras
A pesar de los infinitos golpes que el poder judicial le ha dado a María, no le ha quitado la fortaleza para seguir estando al lado de sus hijas y nietas, quienes a su vez la acompañaron a lo largo del juicio en su contra.
El arte de resistir
Mientras en el tribunal transcurre el juicio, varias mujeres cortan el tránsito, y se plantan pacíficamente contra el calor, la bronca y la indignación. La vida está en la calle.
Sin chistar
La policía reprime, acostumbrada a cumplir las órdenes del poder de turno. Con un amplio operativo policial instalado en las afueras del juzgado, durante las últimas jornadas se produjeron tensiones entre las personas manifestantes y las fuerzas de seguridad que derivaron en lesiones a periodistas, activistas y familiares. Una y otra vez, un Estado muy presente a la hora de vigilar y castigar y muy ausente para garantizar derechos.
El abrazo que no fue
Cuando María salió del tribunal luego de la bochornosa sentencia, su hijo quiso acercarse a abrazarla. Las fuerzas policiales le impidieron el paso, originando momentos de tensión con quienes aguardaban la salida de María. Fue rápidamente subida al patrullero, sin tener un momento para despedirse de sus seres queridos.
La pena que no es ajena
Cuando María salió del tribunal luego de la bochornosa sentencia, su hijo quiso acercarse a abrazarla. Las fuerzas policiales le impidieron el paso, originando momentos de tensión con quienes aguardaban la salida de María. Fue rápidamente subida al patrullero, sin tener un momento para despedirse de sus seres queridos.
Cuánto pueden soportar los cuerpos
Cuando María salió del tribunal luego de la bochornosa sentencia, su hijo quiso acercarse a abrazarla. Las fuerzas policiales le impidieron el paso, originando momentos de tensión con quienes aguardaban la salida de María. Fue rápidamente subida al patrullero, sin tener un momento para despedirse de sus seres queridos.
Juicio revancha
En 2014 María presentó una demanda civil por daños y perjuicios contra el Estado provincial y contra el juez y el fiscal de instrucción por los casi 2 años que había estado presa sin haberse corroborado su culpabilidad ni tener sentencia firme. Para el Equipo de defensa de María, a partir de eso, el poder judicial desplegó una respuesta corporativa brutal, que configura una especie de revancha contra ella, por osar enfrentarse al poder, y siendo estigmatizada como una “mala madre”. Formalmente, en este segundo juicio se acusó a María de “ser responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo y la convivencia preexistente, por los abusos cometidos por Laurindo y Ferreyra”. La defensa de María, asegura que las niñas “fueron claramente inducidas a declarar” y pidió la absolución, tanto de María como de los otros dos acusados.
Una defensa coral
Roxana Rivas, José Luis Fuentes y Eduardo paredes, integrantes del Equipo misionero de DD.HH. justicia y género que acompaña a María en su defensa. El equipo, conformado por un grupo transdisciplinario, no se limita a la defensa técnica, sino que impulsa un gran trabajo pedagógico y de visibilización de la causa. Integrado por destacadas profesionales del derecho, la comunicación, la antropología y el trabajo social como Alicia Rivas, Ana María Gorosito Kramer, Cecilia Rodríguez, Gabriela Ayala y Victoria Weirich, emitió comunicados durante todo el proceso y brindó conferencias de prensa a través de diversas plataformas en cada etapa del debate.
Un tribunal discordante
El primer tribunal, con el que comenzó el juicio el día 21 de septiembre del 2020, estaba compuesto por Lyda Gallardo, María Teresa Ramos y Atilio León, como presidente. Las defensas pidieron la nulidad del proceso argumentando la omisión del fiscal en precisar cuáles eran los hechos que se le imputaban a las tres personas llevadas a juicio. El presidente León planteó su acuerdo con el pedido de las defensas, contra la opinión de sus colegas. Como consecuencia, decidió inhibirse, auto-apartándose de la causa. Así, debió conformarse un nuevo tribunal, que reinició el juicio el día 8 de octubre, con el juez Eduardo Javier Jourdan en reemplazo de León y pasando la presidencia a Gallardo.
Pibes presos, cabos sueltos
La defensa oficial de los jóvenes Marcos y Lucas estuvo a cargo de Rodrigo Torres Muruat. Para la defensa, los jóvenes fueron encarcelados en su momento y ahora sentenciados sin ninguna prueba que tenga valoración penal; es decir, no se estableció en ningún momento los tres elementos básicos para una condena: el tiempo, el modo y el lugar de los hechos. Si el hecho que les imputan sucedió entre 2013 y 2015, como figura en la causa, ambos eran menores de edad y deberían haber sido juzgados bajo el Régimen Penal Juvenil. Sin embargo, eso no ocurrió. Y salvo por 10 meses durante los cuales recuperaron su libertad (sin intentar fugarse), estuvieron cinco años presos ilegalmente, con la prisión preventiva vencida, por el supuesto peligro de fuga.
Sin palabras
Jose Luis Fuentes, abogado defensor, acompaña a Maria. Ella sostiene entre sus manos una pregunta que la ley no puede contestar: “¿por qué soy responsable de todo lo malo de este mundo?” No siempre el derecho entiende de sentires. El acompañamiento desborda la dimensión jurídica. El oficio de abogar comprende también la emoción.
El traslado
Marcos fue condenado por abuso sexual gravemente ultrajante contra las niñas, condición que se ve agravada porque la Fiscalía le atribuye haber sido concubino de María. Esto supone una responsabilidad de guarda sobre las niñas, a pesar de que no se pudo probar que Marcos y María fueran pareja y obviando que en el período en que ubicaban los hechos, él era todavía adolescente.
Rezo por vos
Lucas Ferreira es el otro joven acusado. En el año 2012 completó su escolaridad en la Escuela Especial Nro. 6 de Eldorado. Según su mamá, tiene un retraso madurativo a consecuencia del cual tiene una edad mental de 13 años, lo que no fue considerado en la causa. Asistió a la escuela nocturna para adultos a la que iba su mamá, Ramona. Allí Lucas conoció a María, y Marcos a ésta a través de él, ya que son amigos desde la infancia.
Custodiando los prejuicios
El fiscal Federico Rodríguez sale del tribunal con el barbijo mal puesto y una bolsa del free shop custodiado por fuerzas policiales. En su acusación, como en su intervención en medios de comunicación no faltaron elementos cargados de prejuicio y un notorio discurso de odio, sin demostrar conocimientos en perspectiva de género. Instaló la idea de “mala madre” como una categoría moral a juzgar y no presentó pruebas concluyentes del delito contra ninguna de las tres personas imputadas. El equipo de defensa solicitó su apartamiento pero el pedido fue rechazado.
Guardianes del orden
Una mirada perdida, un puño en alto, un mensaje de WhatsApp. La policía fuertemente equipada resguarda el juzgado y cuida celosamente la entrada y salida de personas. No hay violencia de los manifestantes ni de las personas imputadas. María se presentó de manera voluntaria todas las veces que fue requerida. Sin embargo, el operativo montado para el juicio pareciera decir otra cosa: ¿Dónde está la violencia?
La espera
Lucas Ferreira mira con los ojos perdidos en el Tribunal, mientras deciden su destino. Finalmente, fue sentenciado a 12 años de prisión. A Marcos le dieron 18. Ambos tienen 23 años.