Daniela Leiva tiene 54 años y es profesora de Historia desde hace 21. En el sexto y último año del colegio Nuestra Señora de Lourdes de La Plata dicta la materia Trabajo y Ciudadanía. A F. lo conoce desde primer año. “Es tranquilo como agua de pozo, no es el que joroba”. Pero un día Daniela escuchó un estallido en plena clase. Se dio vuelta: F. había hecho añicos el celular contra el suelo. “¿Qué te pasó?”, le preguntó. Él agachó la cabeza. Ella llamó a sus compañeros. “Profe, perdió 40 mil pesos”, le dijeron. “¿Lo robaron?”, se alertó la profesora. “No, está apostando en fútbol, y perdió el dinero que los papás le depositaron para viajar y comer”. Daniela entonces cayó en la cuenta de que los cambios de humor, la baja en las notas y el cansancio que había percibido en F. durante los últimos meses se debían a una enfermedad: la ludopatía.
“Ahora se ven chicos de hasta 13 años con conductas de un ludópata de 25. Y no hay herramientas. Psicólogos de Argentina me han preguntado qué veo, qué tendríamos que hacer, después de que expusiera mi preocupación en Twitter”, dice Daniela, la profesora de Historia a quien, sin ser una experta, como aclara, la contactaron también desde Paraguay y Chile para invitarla a participar de talleres y de capacitaciones.
“El celular es un casino portátil -marca-. No pueden parar. No es que se organizan en el colegio: en el colegio se ve. Es una enfermedad, no es que sean vagos ni nada. Se quieren salvar. ‘Miren, chicos, que el dinero fácil entra fácil y se va fácil’, les digo. Después de la pandemia fue in crescendo. Y aún más después del Mundial. Antes eran los cigarrillos, ahora las casas de apuestas. Atraviesa todos los estratos sociales. Los chicos perdieron el contacto con el dinero físico, no ven el volumen de lo que valen las cosas. Piensan que es etéreo, que anda volando por ahí”.
A Daniela se le eriza la piel cuando repite lo que le dijo un alumno: “No pasa nada, profe, yo las dejo cuando quiera”. “Me hizo acordar -dice- a otra adicción. Cuando decís que lo controlás, ya tenés el problema. Encima, en el colegio, se potencia el juego. Eso es lo contradictorio. Al potenciarse el juego, potenciás el compañerismo, las reglas, la convivencia, el grupo. Pero el juego como aprendizaje. Después te lo cuestionás: ‘¿Qué estoy haciendo mal?’. El adolescente adolece. Hasta que no reconozcas el problema, y lo digas, porque consciente o inconscientemente sabés que está mal, nadie te va a poder ayudar”. El testimonio de la profesora no es aislado: son cada vez más.
El juego online fue legalizado en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires en 2021, luego de la pandemia. Hoy ya es legal en 15 provincias, pero se estima que el 80% de las casas de apuestas online son ilegales. Y a los “cajeros” o “recaudadores” clandestinos no les importa la edad del que juega, sino qué monto va a transferir y, sobre todo, intentan que el apostador reincida, que se enganche, que siga. Lo dice el personaje de Robert de Niro en Casino: “La regla esencial es que sigan jugando y que sigan volviendo; cuanto más juegan, más pierden”. No existe regulación alguna al respecto, como la suba de impuestos al juego o la beneficencia. Tampoco hay en el país estadísticas de la ciberludopatía infantojuvenil.
El bombardeo publicitario de las casas de apuestas en el fútbol argentino es un hecho. El fútbol es la gran vidriera, la puerta de entrada a los demás juegos de apuestas. En las camisetas, ocho clubes de Primera División, entre ellos Boca y River, las publicitan; también son sponsors de la Liga Profesional, la Copa Argentina y la selección nacional. En la televisión (en plena transmisión de los partidos), en las redes sociales (con alta presencia entre influencers, youtubers y periodistas “estrellas”), en el transporte y en la vía pública. Incluso clubes, desde sus cuentas oficiales, incentivan a apostar. Mientras tanto, una generación de adolescentes permanece atrapada por las apps de apuestas en el celular. Siete de cada 100 personas, según la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, son adictas al juego en el país. Y 20 millones apostaron al menos una vez. La invasión responde a un flujo de dinero desde Europa, donde las principales ligas de fútbol prohibieron las empresas de apuestas como sponsors y las regularon por el aumento de la ludopatía y por los arreglos de partidos.
“Es muy habitual que la mayoría, entre los 13 y 14 años, empiece a apostar. Hace unos días atendí a un chico que no lo presentaba como un problema, porque está muy difundido. Aparte de las plataformas más conocidas, él apostaba a través de un grupo de WhatsApp, en el que todos los días cambian la cuenta bancaria para hacer los pagos. Todo clandestino. Es un terrible factor de riesgo empezar con esta conducta adictiva a tan corta edad. No todos van a desembocar en un cuadro de ludopatía, que lleva entre cuatro y cinco años a que tome poco a poco las partes más importantes de la vida, pero sí aumentará la cifra actual de ludópatas”, expone el psicólogo Mariano Cáceres, especialista en tratamientos focalizados en trastornos de ansiedad y de depresión.
Los partidos sospechados de haber sido arreglados en el deporte, según el reporte anual “Corrupción en apuestas y arreglos de partidos en 2022” de Sportradar, fueron 1.212, un 34% más que en 2021. El 71% (775) ocurrieron en el fútbol. En 2022, en Argentina, el club El Porvenir, entonces en la Primera C, cuarta categoría del fútbol argentino, denunció ante la justicia y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) a cuatro de sus futbolistas por “ir a menos”, sospechados de haber cobrado dinero del mercado clandestino. En 2023, Javier Balbuena, arquero de Puerto Nuevo (Primera C), lo hizo en su Instagram: acusó a un entrenador por haberlo contactado para que “fuera para atrás” en un partido a cambio de dólares. Claudio Paul Leguizamón, futbolista de JJ Urquiza (Primera C), reveló que su equipo había recibido un llamado de desconocidos para jugar a perder: “Va a haber un penal, vos dejate hacer el gol. Hay mil dólares”. Un dirigente de un club de la C relata que un ruso, escoltado por cinco personas, le ofreció hacerse cargo de ocho contratos a cambio de entregarle cinco resultados. No siempre son escenas de película. Casi siempre el que trae la oferta es un compañero, un ex, un representante. Ofician de nexos. Las sospechas se extienden por todo el ascenso argentino, pero no sólo: también tocan a las primeras divisiones.
En Brasil, el escándalo trepó hasta el Brasileirão, la liga de primera división, en el que 17 de los 20 clubes tuvieron publicidades de las casas de apuestas en las camisetas. El Ministerio Público de Goiás sospechó de 13 partidos (seis del Brasileirão 2022, el resto del ascenso). Llamaron a la investigación “Operación Pena Máxima II”. Sobornos de 100 mil reales (20.000 dólares) por forzar una falta, una amarilla, una roja, un penal (en contra). Marcus Vinícius Alves, Romário, fue expulsado de por vida. Tiene 21 años. Jugaba en Vila Nova, en el Brasileirão Série B. La condena se fundamentó en que Romário ofrecía arreglos a compañeros y otros jugadores. El defensor argentino Kevin Lomónaco -21 años, surgido de Lanús, ex Red Bull Bragantino de Brasil- sólo aceptaba corromperse, no era un nexo. Ahora está en Tigre, pero fue inhabilitado para jugar por un año después de haber sido suspendido por la FIFA. Lomónaco se había hecho amonestar adrede. Lo admitió ante la justicia de Brasil. Tigre ya comunicó que no le pagará el salario hasta que cumpla la sanción.
El fantasma de los arreglos de partidos también recorre la élite de Europa. El pasado 12 de octubre, Sandro Tonali y Nicolò Zaniolo abandonaron la concentración de la selección de Italia en Coverciano después de haber sido interrogados por la policía en el marco de una investigación de la Fiscalía de Turín a una red de apuestas en sitios ilegales en la que podría estar involucrada la mafia. Tonali (23 años) juega en el Newcastle de la Premier League. Zaniolo (24), en el Aston Villa.
Cuentan que Tonali, mediocampista proyectado como el futuro de la selección italiana, cuyo sueldo anual en el Newcastle pasa los siete millones de euros, se quebró, empapado en lágrimas, ante familiares y abogados. Tonali apostaba en partidos del Milan, entonces su propio equipo. Fue sancionado con diez meses sin jugar. Y deberá comprobar, durante ocho, que está bajo tratamiento psicológico, además de brindar charlas a jóvenes. Se perderá la Eurocopa 2024. Quiere superar, contó, su ludopatía. “Si está realmente enfermo -dijo el sueco Zlatan Ibrahimović, ex compañero en el Milan-, hay que ayudarlo. El juego de las apuestas es como una droga”.