Es sabido que Arlt construyó su narrativa (incluyendo como parte de su producción literaria su obra periodística) a partir de un doble viaje: el del cuerpo y el de la imaginación. Todas sus aguafuertes y sus crónicas implican un movimiento corporal y uno de ficcionalización. Y no es que Arlt sale a la calle a contemplar la verdad y se encierra luego en una oficina a someter a un proceso de estilización aquello que ha visto ahí afuera. No, el entramado es mucho más complejo. Sale con una mirada de literato, escribe apelando a los más modernos usos de las tecnologías periodísticas y, siempre, mantiene un núcleo duro de verdad, aunque esta sea, también –o más bien– construida.
Ricardo Piglia, en el prólogo a las Crónicas en El mundo… cuenta que, urgido por el cierre del diario, cada día, Arlt se encontraba obligado a escribir pero nadie le decía sobre qué: “Esta disposición (que dura años) es la base de la forma de sus crónicas y define al género”. De este modo, para Arlt, lo que resulta interesante para escribir, es aquello que no está dado. No se trata de “estilizar” una noticia, sino –de algún modo– de crearla, aunque no de inventarla. “No porque haga ficción o tergiverse los hechos, sino porque es capaz de descubrir, en la multitud opaca de los acontecimientos, los puntos de luz que iluminan la realidad”.
Para ello, Arlt cuenta con los cables de noticias. Así, lectura y escritura se confunden: se trata de leer lo que pasa, interpretar y, desde ahí, crear un tema para la noticia que puede parecer, a simple vista, insignificante o que cuenta con datos tan precarios que solo una pluma como la de Arlt –que apela a procedimientos de la literatura– puede transformar en algo más que un dato. “La experiencia de buscar el tema es uno de los grandes momentos de las aguafuertes”, remata Piglia.
Con las Aguafuertes (que al día de hoy sabemos que hay porteñas en varios aspectos –y tomos–, de política y cultura, españolas, gallegas y asturianas, entre otras), entonces, sucede algo parecido a lo que pasará luego con las crónicas: surgen de ese doble movimiento de sumergirse en el caos de la ciudad y salir corriendo… para sentarse a escribir.
Las Aguafuertes salen a la calle a partir del 5 de agosto de 1928, en el diario El Mundo. Primero de modo anónimo, desde el 14 de agosto con las iniciales R.A. y finalmente (desde el 15 de agosto) con su nombre y apellido. Estos relatos han marcado tanto la historia periodística como literaria de nuestro país. De allí que en el libro Arlt, política y locura, Horacio González escriba, a propósito de este tema:
“Recordemos que el aguafuerte como técnica pictórica remite a una lámina grabada cuyo molde se trata con ácido nítrico. Adecuado sistema para explicar lo que hace Arlt con la escritura: burilada coloquialidad, expresión airada de las opiniones, desprecio impetuoso y definitivo por la necedad, nervuda localización del lenguaje en un arrebatado aquí y ahora urbano, captación sobradora, socarrona, chispeante de tipos existenciales muy filigranados. Ácidas viñetas y bajorelieves, aptos para calibrar el juicio y ponerlo como mascarón precisamente de un artefacto periodístico”.
Arlt se desplaza por las calles y barrios y es este “caminar constante” lo que desencadena la narración, nos dice Silvia Saítta en la introducción a las Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, vida cotidiana. En calles o bares, teatros o cines, fiestas públicas o centros políticos, Arlt registra a los tipos porteños, con sus ámbitos y sus costumbres, recuperando las anécdotas que corren de boca en boca o las confidencias secretas que se susurran en alguna mesa de café. Se apropia de estas historias y experiencias configurando en sus notas un entramado de voces que se entrecruzan con discursos provenientes del periodismo, los nuevos saberes tecnológicos, la literatura o la política.
Por lo tanto, el narrador pone en escena las circunstancias en las cuales oyó una historia interesante o presenció una situación digna de contar. Alrt escucha y cuenta. (Hay una secreta filiación que une la narrativa de Arlt con la de Freud. En ambos se trata de escuchar y fijar una interpretación que otorgue sentido a esas realidades caóticas). Cualquier parecido con la realidad de Freud es pura coincidencia. Sí, se podrá objetar que el maestro vienés estaba muy lejos de tomar una libretita y salir a escuchar cosas por ahí para armar notas y publicarlas en un periódico pero, finalmente, ¿no se ganaba la vida escuchando historias y escribiendo sobre ellas?
En cuanto a la narrativa, específicamente en el caso de El juguete rabioso, es justo señalar la importancia que el caminar tiene en el devenir vital de Silvio Astier. Fundamental, según supo destacar Noé Jitrik. Porque espacializar es mostrar, describir y, finalmente, escribir (no hay que olvidar que Astier conoce la feria en sus caminatas vendiendo papel, que además de fuente de dinero sirve para escribir). Ese desplazamiento es esencial para la economía del relato, porque organiza las peripecias, ya que los momentos decisivos coinciden con un traslado: ir a robar la biblioteca y luego a la casa; ir con la cesta al mercado; ir a Campo de Mayo; ir al puerto a suicidarse; ir a denunciar a El Rengo a la casa del ingeniero; ir, desde allí, hacia el sur…
En Nietzsche, a diferencia de ese viaje urbano y moderno realizado por Arlt cada día, podemos pensar en los largos paseos por la montaña a partir de los cuales el autor de Así habló Zaratustra meditará y construirá gran parte de sus reflexiones, que luego anotará en una libreta y, más tarde, luego de varios ensayos narrativos, terminarán siendo sus escritos. No solo otro espacio-tiempo, sino también otra velocidad, tanto de lecturas como de escritura (recordemos que el “loco de Turín” abominaba de los “lectores de periódicos”). De todos modos, no es porque él se mueva, porque camine, que sus pensamientos son caminados, sino porque la construcción misma de su escritura está –tanto en contenidos como en formas– atravesada por un permanente devenir.
*El libro Roberto Arlt. Por la senda de Nietzsche y Freud se presentará el sábado 8 de julio de 2023 a las 17 horas en la librería La Libre (Chacabuco 917, San Telmo, CABA), con la participación de Fermín Rodríguez y cierre musical tanguero del dúo Dos Minitas.
Portada: El cartel de Suárez en base a una ilustración de Tamina Pitrelli.