Artículo
Un recuerdo
2017
Por: Lucas Ortiz
Decía que el último recuerdo que tengo de una imagen de futuro fue en el 2017. Yo no estaba solo, era una imagen con otres que abría un sueño colectivo. Esa imagen hoy es esto: un recuerdo, pero también desapareció el grupo que ayudó a engendrarla.
septiembre 8, 2022

Estamos juntxs. Nos reunimos a charlar un rato, a desentrañar algo de lo que nos toca vivir, a contar fallos. Un diálogo desordenado que se recorre una y otra vez, buscando una conexión, como si todo fuese síntoma de algo hondo aún por develar. Quizás estuvimos siempre equivocadxs. Pero nunca nos juntamos para tener razón, no nos importa tanto alcanzar la verdad o la profundidad de todo, sino el ejercicio. 

Creemos en esas insistencias: la de juntarnos, la de darnos lugar para hablar y repasar los afectos que nos recorren. Muchas veces, darnos palabras, escuchar música o tomar algo es todo lo que podemos hacer. Un modo de politizarse. Una constante, la estrategia; la vieja estrategia de siempre: estar juntxs para intentar ordenar algo del universo caótico, inentendible y bello que son estas tierras en el sur.

Quizás nunca tuvimos otra cosa, siempre fuimos perros que sobreviven juntándose y corriendo de un lado para el otro. O quizás somos más como esas plantas que persisten en las grietas de viejas edificaciones, en baldíos o incluso entre las baldosas. Que crecen sin que nadie las riegue, sin que nadie las plante, sin ser el plan de nadie. Que crecen porque pueden hacerlo sin otro propósito que seguir estando donde están.

2017 es el año que nos sirve para establecer un antes y un después. No elegimos este año porque recordamos alguna medida política en particular, alguna escena pública o descalabro económico, no. Lo elegimos porque tenemos registro de un paisaje sensual. O más bien fue el año en que comenzamos a sentir la ausencia de un paisaje sensual y afectivo. No sabíamos del todo que comenzábamos a tener las últimas imágenes de un tiempo por venir. Pensar un futuro, compartir una red de amigxs, tener espacios de encuentro no son lugares obvios; no. Nada está dado para siempre. El tiempo, las imágenes y la afectividad que los hacen posibles, no están dados sin más. Claro que siempre lo supimos, pero empezamos a comprenderlo tiempo después, en medio del relámpago de las mutaciones silenciosas que comenzaban a tener lugar.

Mutación: Cambios producidos en un organismo debido a un error en la reorganización de los elementos simples que lo componen con el fin de reproducir la vida o por un intento de adaptación a un nuevo medio.

Decía que el último recuerdo que tengo de una imagen de futuro fue en el 2017. Yo no estaba solo, era una imagen con otres que abría un sueño colectivo. Esa imagen hoy es esto: un recuerdo, pero también desapareció el grupo que ayudó a engendrarla. No es que lo lamente, sino que me pregunto cómo se vive después de haber rotulado tanto un cuerpo en una sola dirección: la de la apuesta colectiva.

Cara de perro

Sucedió en mis últimos días como profe de un bachillerato popular en un barrio del conurbano. Teníamos que juntar fondos para pintar las paredes y mejorar los baños del lugar. Es que queríamos desde hacía tiempo ser reconocidos como bachillerato oficial y para eso había que poner algunas cosas en condiciones como por ejemplo tener dos baños y una mínima cantidad de aulas. Tratábamos de juntar plata principalmente con eventos en el bachi o en alguna casa cultural. Juntábamos muy poca guita, obvio. 

Entre medio de todos esos eventos pegamos onda con un pibe que tenía gorrita y cachetes grandes, un poco encorvado y bajito. Era como un cumbiero metalero, o algo así. No sé por qué pero Nico se entusiasmó rápido con el bachi y sobre todo conectó con la necesidad de juntar fondos. Empezó a venir de forma esporádica a alguna reunión y se interesaba por organizar eventos. Así fue que organizó su primer evento con músicos de la zona. Salió muy bien y él fue responsable de casi todo. Era un armador e iba para adelante siempre. Cuando estábamos en reunión y discutimos cosas estrictamente políticas sus ojos se ponían pesados, él parecía perderse en pensamientos o se ponía su campera y salía a fumar, o era el momento en que se despedía de nosotres mediante un “chau” general y se iba. La política no le interesaba o lo que nosotros considerábamos política. Sin embargo, organizó otro evento y otro. Me dijo una vez que tenía muchas ganas de organizar un festival de bandas hardcore punk y hip hop. Yo ya estaba abandonando el lugar, pasé muchos días sin ir al bachi. Y volví como uno cualquiera el día del festival que Nico había organizado. El lugar estaba lleno de gente. Había logrado llevar bandas, montar un escenario, conseguir el sonido y vender las entradas. Todo en un barrio lejano del oeste. Para colmo todo sonaba increíble. 

En un momento de ese día, lo encuentro afuera del lugar mientras tocaban las bandas y un montón de pibes hacían Pogo de forma rabiosa. Estaba con su gorrita y sus ojos chinos mirando a no sé dónde. Le digo:

—Che, alto recital te armaste 

—Sí, de una—me contesta. 

—El sonido está buenísimo y las bandas están re buenas.

—Sí, de una—Suelta el humo del cigarro y ríe. 

—Che Nico, ¿cómo hiciste para conseguir ese sonido?

—A cara de perro, se lo alquilé a un pibe, pero a cara de perro, como hacemos todo, a cara de perro ¿Viste? Es así, si las cosas no salen, no importa, pero vos a cara de perro. Apretar y para adelante, ya fue ¿Total? Si no sale, ¿quién te va a decir algo? ¿Ves este bichito?—dijo mientras estiraba el brazo y dejaba descubrir un reloj plateado.

—Sí, está bueno. Es nuevo, ¿no?

—Lo conseguí así también.

—¿A cara de perro?

—Sí, de una.

Me quedé un rato más en el festival. Hablé con lxs compas y me fui a mi casa. Me quedó sonando en mi cabeza «a cara de perro». Pensé que ahí había una auténtica gema del conurbano, una herramienta verbal que sintetizaba la experiencia de vida al menos en el tercer cordón. Una defensa, un hacer a veces desesperado frente a una realidad áspera que a veces ni siquiera te regala la lluvia. “A cara de perro” me hacía pensar en una fuerza animal, una especie de magia para formar jauría e ir más allá de la supervivencia y aunque sea por un mes, o una semana, vivir un poco como los perros.

Volví a desaparecer. Creo que estuve dos meses o más, sin saber qué había pasado después del festival; si habían juntado la guita y demás. Un día me encuentro con Sofía, una de las compañeras. Le pregunto por el bachi y me dice que todo sigue más o menos igual. Le pregunto por Nico y me dice que se pelearon. Resulta que se venía guardando algunos vueltos que no eran para él. Y eso sumado al estrés de sostenerlo todo en medio de una incertidumbre a veces insoportable hizo enojar a muchos que estaban ahí. Así que le dijeron que no iban a organizar nada más con él. Lamenté lo que había pasado. Era bueno organizando eventos, le dije a Sofi. Ella no dijo nada y comenzamos a hablar de otra cosa.

Tropismo

Bailar es como una droga que nos proporciona imágenes alejadas de la tristeza. Es un momento donde el cuerpo se aleja del conjunto típico de movimientos habituales. Un instante dónde aparece la posibilidad de componer con unx mismx y con lxs otrxs. Donde las formas de sentir habituales se suspenden por un momento. Y los movimientos mueven otras imágenes. Un cuerpo que baila es un cuerpo que se ramifica hacia los otros movimientos, hacia otras sensualidades, hacia otros. Un momento de agitación en medio de la quietud urbana. La carne en movimiento es la posibilidad hecha materialidad en medio de la música. 

El otro día que había mucho viento vi a unos pibes al lado de la escalera de la estación vieja del tren Sarmiento moviéndose, bailando tímidamente. Entendí que su baile era una imitación de las ramas de los árboles frente al aire gélido. Aprendimos a bailar imitando a las plantas. Es una estrategia que les pertenece. Un árbol, un arbusto, un helecho crece, crece y crece. Se mueve hacia arriba y hacia abajo, marcado por el ritmo del día, la noche, la tierra, otras plantas, incluso el cemento y el viento. Saben —¿saben?— captar de lo estático del medio la posibilidad del movimiento en el concreto y por eso de la vida. Qué otra cosa hacen sino dejarse adecuar por lo que hay para poder transformarse y modificar el medio inmóvil.

Salgo de mi casa a la mañana, observo una esquina de Buenos Aires y ahí en medio del  cemento, un brote. Una persistencia viva, una disputa silenciosa por lo que el paisaje debe ser. Qué frío hace, qué frío es el invierno en el sur. Pero las estaciones son ritmos necesarios de los cuales aprender. Quizás al menos una vez nos debería guiar el invierno y dejar que nuestras hojas caigan para que sirvan de alimento al suelo, para que formen un colchón con nuestros restos y acostarnos, dormirnos todos y tal vez así volvamos a soñar.

Estación 11

La vida salta por los aires
Sin piernas
La vida salta por los aires
inflación
Caída
De los cuerpos, los afectos, los ánimos, las vidas
Es un óxido
]Lento y constante
Lo corroe todo
Y el óxido flota en el aire
Vos lo respiras
Tus ojos se volvieron naranjas
¿Los míos también?
Vos lo respiras
Y todo es pesado, pesado, pesado, pesado…
Como defensa: desnudarse
Sacarse todo
Desnudarse
frente a los otros
De nuestro estómago
Las piedras
Vomitar las
Lanzar las
No esperar a que todo quede en su lugar
Nunca nada estuvo en su lugar
Como ataque: escuchar lo que viene de lejos
Sacudirse fuerte
Verse los pies
Se mueven
Ya viene
Estamos listos para la tormenta

 

 

Foto: Martín Zabala

Autor

  • Lucas Ortiz

    CABA
    Ser proveniente del conurbano, por eso mitad perro. Busca desde hace dos años la turmalina negra y es profesor de filosofía. Forma parte de la secta del cuchillo.

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