«¡Vos no existís, yo de acá salgo solo!». La conversación con un Dios imaginario motivó a Osvaldo “Ovi” Balossi a ponerse de pie. Desde el piso de República de Cromañón, en medio de la oscuridad y el humo tóxico generado por la combustión de la media sombra colocada en el techo del boliche, Ovi sacó fuerzas de donde no tenía, se puso la remera en la cara y empezó a caminar para donde, intuía, se encontraba la puerta. A tientas, apoyándose en las paredes, no tardó demasiado en encontrar la salida.
“De casualidad, en la puerta me choco con Facu, uno de mis dos amigos con los que había ido ese día a ver a Callejeros. Fue ahí que inmediatamente comenzamos a organizar la salida de los pibes y las pibas. Entraba, sacaba a uno, hacíamos un cordón, entraba, sacaba a otro y así sucesivamente”, recuerda Ovi, que por entonces tenía 19 años, vivía en el barrio porteño de Lugano y acababa de terminar el CBC de Sociología.
La noche del 30 de diciembre de 2004, muches de les 194 fallecides fueron personas que, habiendo podido salir con vida de Cromañón, tomaron la decisión de volver a entrar para rescatar a quienes se encontraban todavía con vida. “¿Qué lleva a un pibe, a una piba, de en promedio 20 años, a volver a entrar al lugar del que recién había podido escapar? Un sentimiento de amor inmenso hacia el otro. Porque no era entrar para sacar a tu amigo o a tu amiga, sino que sacabas al primero que encontrabas o a la primera que encontrabas”, relata Ovi en diálogo con Tierra Roja.
Hoy, a 17 años de la tragedia que descubrió la peor cara de la desidia estatal y marcó un antes y un después en la historia argentina, Ovi retoma la esencia de aquel gesto solidario para, junto a otros compañeros y compañeras, construir la Coordinadora Cromañón, una organización política no partidaria que se plantea como principal objetivo la búsqueda del bienestar de les sobrevivientes y de les familiares de las víctimas de aquella jornada.
–¿Qué significa Cromañón hoy?
–Nosotros decimos que Cromañón sigue pasando. Que en cada uno de las y los sobrevivientes Cromañón sigue pasando. Todos los que estuvimos esa noche ahí sufrimos estrés postraumático. El ejemplo más cercano de personas que padezcan lo mismo es el de los excombatientes de Malvinas. Son dolencias psicológicas, psíquicas, para las que no existe una cura plena. Algunos contamos con recursos más sólidos para sobrellevarlo, pero del 2004 al día de hoy, ya son 18 los pibes y las pibas que se suicidaron. Es casi un sobreviviente por año. Son personas que no aguantan más y se quitan la vida, en la mayoría de los casos, paradójicamente, ahorcándose, sacándose el oxígeno.
Para Ovi, el solo hecho de que exista la Coordinadora es una certeza para aquellos y aquellas sobrevivientes que necesiten una ayuda. “En un contexto donde tambalea todo, saber que una agrupación va a estar siempre, es de alguna manera algo de dónde agarrarse. Esa necesidad fue la que nos llevó a la conclusión de que ese camino debía ser con el Estado, con un Estado que tiene que estar presente. Porque nosotros, frente a una crisis de un pibe o una piba, no tenemos las herramientas técnicas para acompañar y ayudar a las personas. Necesitás profesionales, personas que conozcan, que sepan cómo abordar la situación. No es sencillo”.
–¿Cómo fue el proceso de pasar de acusar al Estado por lo ocurrido a buscar articular con él?
–En Cromañón hubo una falla general, completa, del Estado. Es el mismo Estado que siguió fallando y sigue fallando hasta el día de hoy, que es el Estado de la ciudad de Buenos Aires. Por eso, nosotros frente a la pared del no funcionamiento del Estado porteño, empezamos a explorar la idea de trabajar con el Estado nacional. Dijimos: “si hubo un presidente constitucional en la Argentina que pidió perdón en nombre del Estado por las violaciones de los derechos humanos de la última dictadura, el Estado argentino también tiene que empezar a hablar sobre lo que pasó en Cromañón”.
Hace algunos años, les integrantes de la Coordinadora Cromañón –una de las ocho organizaciones que nuclean a familiares y sobrevivientes de la masacre– comenzaron a vincularse con el Centro Ulloa, un instituto dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación que principalmente brinda asistencia psicológica para víctimas del terrorismo de Estado. “Hay profesionales que tienen un amplio expertise para abordar la cuestión. Esa es la gran herramienta que tenemos para estas semanas en que vuelve a salir a la luz la necesidad de ayuda, de que alguien nos escuche. El hecho de estar organizados nos permite tener cierta seguridad y saber que no estamos solos abordando la cercanía de la fecha”, señala Ovi.
Una nueva narrativa
Sin embargo, desde la Coordinadora están convencidos de que el proceso de cura, que quizás nunca sea definitivo, no puede ser solamente abordado desde la asistencia psicológica, psiquiátrica o médica en general. “Creemos que parte de la cura es también deconstruir el relato hegemónico instalado desde los medios de comunicación y construir el nuestro a partir de lo que realmente vivimos”, plantea Balossi. Y agrega: “Nosotros planteamos una discusión en torno a cómo se contó Cromañón, a cómo se reconstruyó lo que pasó esa noche ahí, la estigmatización que se generó hacia nosotros de parte de cierto periodismo, ya sea llamándonos drogadictos o borrachos, o echándonos la culpa de lo que había sucedido”.
–¿Cómo se hace para desmontar ese relato construido desde el morbo?
–Quienes estuvimos ahí vivimos algo muy distinto. Algunos compañeros dicen que la primera organización de Cromañón fue dentro de Cromañón, la que se creó espontáneamente para volver a meternos y sacar a los pibes. Porque inmediatamente, cuando vos los sacabas, los dejabas en la calle y ahí otro grupo de pibes y pibas los llevaban a la esquina, le daban agua, o los subían a una ambulancia. Los primeros abordajes fueron nuestros, después llegaron los bomberos y la policía.
En 2013 se sancionó la ley de Reparación Integral para sobrevivientes y familiares de víctimas fatales de Cromañón. Según precisa Ovi, el objetivo principal de la normativa era darle “un marco, una continuidad y cierta seguridad” al proceso de cobro de subsidios ya que, hasta ese momento, la renovación quedaba en manos de la buena voluntad del jefe de gobierno porteño. “Por eso se votó darle un marco legal que garantizara el subsidio y una serie de prestaciones también del Estado”, precisa.
“Este año además se creó la Mesa de Unidad Cromañón, en la que participaron siete de las ocho organizaciones del mundo Cromañón. Se generó un ámbito más formal de encuentro entre todas las organizaciones, donde se debatió un proyecto de ley nuevo con cada uno de los aportes que las distintas organizaciones, en materia de salud, de acceso a los medicamentos, del monto del subsidio, la apertura del padrón. Yo soy sobreviviente, estoy en juicio, pero no cobro subsidio porque nunca me anoté ni me empadroné”, agrega Ovi. Es que, desde que se empezó a pagar, la Justicia nunca habilitó la apertura del padrón para les sobrevivientes y todavía no resolvió ninguno de los juicios presentados por los familiares.
–Es lidiar constantemente con la burocracia.
–El problema con estas negociaciones es que se vuelve a entrar en un proceso de revictimización, que algunos lo llevamos bien porque le encontramos la vuelta desde el plano de la política, de la organización. Eso nos sirve como contención, consciente o inconsciente. Pero la realidad es que hay pibes y pibas que la pasan mal. Si vos cada tres años tenés que volver, revivir todo, ir a discutir con los legisladores, contar todo lo que te pasó, contar cómo saliste, como casi te morís, si estuviste internado o internada, las secuelas en los pulmones o en la piel…
–¿Contribuyó el proceso judicial a sanar esas heridas?
–Cada organización, cada padre o cada madre, hizo un proceso particular. Siempre se deposita mucha expectativa en el poder judicial y Cromañón no fue la excepción. La destitución de Aníbal Ibarra fue fuerte. Que se condenara a Omar Chabán, a la propia banda. Según el posicionamiento de cada grupo, para algunos y algunas la condena a Callejeros era justa y necesaria, pero para otros fue un daño más. No fue mi caso, pero muchos sobrevivientes, cuando volvieron a tocar, iban a verlos porque encontraban en eso una forma también de sanar.
–¿Se puede seguir hablando de impunidad?
–Mi posición personal es que no hubo impunidad. Que las personas que fueron condenadas, cumplieron con su pena. Creo que la falla mayor fue del Estado, que era responsable de habilitar o no, de cuidar a los pibes y a las pibas. Que la banda tuvo un grado de responsabilidad, pero que no hubo intención de generar daño, al igual que Chabán, aunque en su caso el afán de lucro estaba claro. También es cierto que había toda una expectativa de una mayor condena penal para algunos responsables, como es el caso de Ibarra, el responsable político.
Memoria
El año pasado fue la primera vez que un secretario de DD.HH. habló de Cromañón. A través de Twitter, Horacio Pietragalla expresó: A 16 años de #Cromañon, quiero recordar a las 194 víctimas, pibas y pibes que solo salieron a divertirse y encontraron la muerte, en una de las peores tragedias de nuestra historia reciente #cormañonnospasoatodxs.
“Parece tan poco, pero ese gesto significó que el Estado comenzó a poner en palabras lo que pasó el 30 de diciembre de 2004. Hace un tiempo que comenzamos a entender que la causa Cromañón es también una causa de derechos humanos. Sabíamos que con Claudio Avruj en la secretaría no se iba a poder y no se pudo ensayar una cercanía, pero ni bien cambió el gobierno, hicimos contacto con el compañero Horacio Pietragalla y empezamos a trabajar juntos, lo que nos sirvió para reforzar el trabajo con el Centro Ulloa”, cuenta Balossi, que hoy se desempeña como comunero del barrio de Caballito, en representación del Frente de Todos.
De esa manera, a partir de 2019, desde la Coordinadora también comenzaron a trabajar con el Archivo Nacional de la Memoria la creación de una colección Cromañón. Desde entradas, remeras, volantes, fotos, hasta producciones audiovisuales, como entrevistas en las que los sobrevivientes relatan sus propias experiencias.
–¿Cuál es el horizonte que se plantean hoy desde la Coordinadora?
–Creemos que el proceso de organización tiene que ir incorporando más pibas y pibes jóvenes, porque no queremos que Cromañón sea un hecho olvidado del pasado. Cromañón sigue pasando y hay algo que lo vuelve actual, que son los cuidados en la nocturnidad de la juventud. Buscamos que los jóvenes estén atentos a si hay salidas de seguridad, a si hay matafuegos, si de repente el lugar en el que están está abarrotado y sienten que les empieza a faltar el aire.
Otra cosa que queremos dejar en claro para las próximas generaciones es que la música, la cultura, lo creativo, no fue lo que provocó Cromañón. Para nosotros, estar ahí era constitutivo de nuestra identidad, que era ir a ver bandas de rock. Cuando damos charlas en secundarios yo les digo a los pibes que, aunque la música no les guste, vayan y lean las letras de Callejeros. Que lean lo que cantábamos nosotros. Las letras hablan de las Abuelas, de las Madres, de la resistencia, de un Jesús revolucionario. Cuando las leen se identifican y nos dicen «es lo mismo que pensamos nosotros». En todo eso creo que tenemos un gran desafío por delante.