Crónica
Plurinacional y disidente
Nada en el mundo que se parezca a esto
Por: Catalina Landívar
Catalina Landívar es tandilense, escritora y cronista. Este año fue por primera vez al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries en Bariloche- Furilofche. Y, como todes dicen, no volvió igual.
octubre 21, 2023

El colectivo es por fuera naranja y por dentro verde como una fruta. 

Somos 60 las mujeres, lesbianas, trans y personas no binaries que buscamos un asiento, con mochilas enganchadas en los dedos, bolsas con comida, frazadas por las dudas y colchonetas enrolladas. 

Son las 7 de la mañana, en Tandil, la ciudad en la que nací. Tenemos por delante 24 horas de viaje hasta Bariloche- Furilofche en donde se realizará el 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. 

Comparto el viaje con Petra, mi novia, mis amigas Clara y Marita- luego se sumarán Maru y Lala- muches conocides y algunas desconocidas de pueblos de la región, que se subirán al colectivo horas más tarde.

Durante los últimos meses integrantes de CASA VIOLETA (Casa feminista Disidente de Tandil), también militantes de MALA JUNTA- feminismo popular– se pusieron al hombro la tarea de organizar el viaje, abonando la idea de que seamos muches quienes tengamos la experiencia de vivir “el encuentro”. 

Todo empezó con ellas abriéndonos las puertas, buscando maneras para hacerlo más accesible, contagiando- con su militancia sostenida- las ganas de estar presentes en un evento inédito en la tierra.

Es la primera vez que voy a un encuentro y me impresiona su magnitud por las narraciones de quienes ya fueron.

Nadie vuelve igual, dicen casi todas y traen memorias del pasado: Trelew, Rosario, Mar del Plata, La Plata, San Luis.

Desde hace 36 años- mi vida entera-  el encuentro se hace en distintos puntos del país albergando lo plural como sostén. Son tres días en donde mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersexuales y no binaries se autoconvocan -sin importar su edad ni clase social- para experimentar talleres, actividades culturales, intervenciones y marchas en las calles. 

En cada taller se debaten temáticas vinculadas a la identidad, el territorio, el trabajo, los vínculos, las disidencias sexuales, el cuerpo, el cuidado, la violencia, etc. Este año la cantidad de talleres llegó a 112. En estos espacios todes podemos hablar.

Los encuentros son autofinanciados, horizontales y en su corazón es donde se han impulsado leyes, aunado fuerzas para sobrellevar dolores y direccionado luchas colectivas.

Tierra ancestral

Llegamos a territorio mapuche antes de que el sol se vea. Las montañas blancas iluminan las calles. Parece un cuento levantar los ojos.

Bajamos del colectivo y el papá de Marita nos espera. La mayoría de nuestras compañeras de viaje van a dormir en una de las escuelas, como casi todes les participantes. Nosotras vamos a ir a la casa de la familia Marita, que es de allá. 

Desayunamos, dejamos los bolsos y antes de las 11h vamos al Velódromo para escuchar el discurso de bienvenida por parte de la comisión organizadora.

Nos sentamos en el pasto, el sol ahora cubre los cuerpos, resalta los colores de la ropa y de las pieles. Todo es diverso: los pelos, las edades, las formas de mirar, de caminar, de escuchar, de presentarse ante el día.

Compartimos mate mientras escuchamos. Yo grabo las palabras amplificadas con el celular y cuando vuelvo las repaso por partes. Hay tambores que suenan, banderas que se ondulan, artesanías que se apoyan en el suelo, abrazos de reencuentro y emoción generalizada.  

La presencia del mapuzungún, lengua mapuche, abraza a las miles de personas que llegamos desde lejanos puntos del país. 

Contra viento pero a favor de la marea y en medio de un atmósfera electoral que hiela la sangre, ahí estamos viéndonos de reojo, cada une como es.

Estamos en tierra que resiste con fuerza indígena. 

El 36° encuentro habla a viva voz sobre lo que deberiamos hablar siempre en escuelas, en los hogares: sobre el genocidio fundante del Estado sobre los pueblos originarios, la persecución, el hostigamiento, la extracción de los recursos naturales,  la violencia sostenida, la invisibilización de  historia y cultura de pueblos enteros. 

El encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias trabaja por la participación activa de las identidades sexuales y de distintos orígenes étnico raciales, migrantes y de pueblos originarios.

Que sea plurinacional y disidente es de los gestos políticos más importantes para esta sociedad racista y conservadora en la que vivimos. 

Pero esta lucha tuvo sus fisuras.

Durante los últimos años existieron dos líneas diferenciadas: la primera se negaba a cambiar el nombre y continuaba usando el Encuentro Nacional de Mujeres- su denominación inicial- la segunda alzaba la voz para que se nombre la pluralidad y las disidencias alegando que solo existe lo que es nombrado y es nombrado aquello que existe.

Círculo mutate

Almorzamos en ronda, con el sol en la cara y nos dividimos a la hora de los talleres. La grilla es inmensa. Repasamos los ejes temáticos. No sabemos qué elegir. Finalmente, Petra y yo decidimos ir al taller sobre Lesbianismo, a vivir un momento inicial de silencio e incomodidad al percibir que no hay- ni habrá- alguien que modere el espacio.

Somos alrededor de treinta personas sentadas en un círculo mutante: algunas en el piso, otras en bancos, algunas mirando a los ojos, otras buscando puntos fijos en las paredes. 

Una chica marplatense toma la palabra y cuenta que ella iba a ir al de activismo lésbico pero que no había nadie. 

¿Les parece que hagamos una ronda de nombres y lugares de procedencia?, dice.

Si quieren yo puedo moderar, dice la que está apoyada contra la pared del fondo.

Podemos ir anotando los ejes. Soy profesora de Lengua y Literatura, ofrece la que está más cerca del pizarrón y comienza a anotar la lista de temas del taller.

La ronda de nombres queda en el aire y una de las más jóvenes propone comenzar con repensar y recuperar nuestras niñeces.

Entonces comenzamos a escucharnos y sobre sillas de escuela, como volviendo al pasado común, brotan las memorias de quienes fuimos y aparecen nombradas las niñeces que están hoy a nuestro alrededor.

Uno de los puntos que más me interesaban del taller era el de familias lésbicas, meternidades, xaternidades, adopción y fertilidad asistida. Pensé que iba a encontrarme con historias de familias diversas, pero me encontré con que teníamos que hablar sobre nuestras familias de origen, sobre estereotipos, sobre el ocultamiento, sobre aparecer. 

Sobre aceptarnos en voz baja para decirlo en voz alta: ocultarnos bajo tierra húmeda o erguir el pecho para expresar quienes somos y qué decidimos.

Repasamos lo difícil. Sigue siendo costoso. 

En la ronda hay muchas como yo: mujeres que tuvimos casi toda la vida relaciones heterosexuales y que ahora nos encontramos en pareja con una mujer y nos hacemos preguntas, derribamos miedos, reubicamos deseos, construimos vínculos sin referencia, transformamos ideas previas, transitamos tinieblas y fundamos nuevos mundos.

Antes de irnos anotamos nuestros nombres y teléfonos con lapicera roja en la hoja de un cuaderno.

En una semana las mesas de esa escuela apilarán boletas. 

En una semana, se delineará un futuro incierto para las que estamos ahí.

Agua helada, viento filoso

Ningune de las que caminamos Bariloche- Furilofche durante estos días queremos- eso espero- ir detrás de las políticas crueles que atacan mucho, o casi todo, de lo conseguido durante años de compromiso colectivo y lucha.

En medio del temor por un futuro con políticos misóginos y negacionistas, este encuentro me resulta profundamente esperanzador. Ilumina los rincones de lo no dicho, nos permite reconocer la diversidad, nos aloja, nos da herramientas para abrir las fronteras de nuestra propia mente, da cuenta de cómo el trabajo colectivo genera cambios concretos, nos encuentra con muchas otras identidades en transformación, fusiona territorios, abraza culturas silenciadas, pide justicia por las que no están.

Nos nutre.

Nos da voz. 

Nos habla.

La cultura que resiste

En la tarde del sábado entramos a una sala de teatro y participamos de un ritual de mujeres. Un grupo de Exaltación de la Cruz (Prov. de Buenos Aires) bailan afro brasilero con polleras rojas, remeras blancas y pañuelos en las manos.

Después de recibir el aplauso invitan al público a bailar. Marita y yo nos levantamos de las sillas y nos acercamos a la ronda. La directora nos guía desde el centro.  Tiene el pelo largo  y rubio y una sonrisa como tatuaje. Nos propone movimientos con su voz y su cuerpo. La seguimos. Nos contagiamos. Sube el calor en la Patagonia. Nos cubrimos de un agua invisible que nos une y nos conecta con el goce.

Si. Porque el encuentro de mujeres y disidencias es también un espacio de disfrute. 

Como una película de fantasía: estamos a salvo. Moviendo el culo y ondeando los brazos, escuchando tambores, siendo quienes somos, estando entre nosotres. 

Aplauden alegres cuerpos energizados.

Un rato después, es Lala Graffigna la que sube al escenario a cantar con una guitarra. Su presencia  es potencia pura, expresión ardiente, sangre que dice.

La noche termina mientras escuchamos a una batucada de mujeres que viven su vejez entre percusión y maquillaje.

Antes de dormir bailamos en el velódromo la cumbia de las bandas y cantamos en el auto canciones de la radio.

Ül trawn – Círculo de canto y poesía mapuche

El domingo vamos  a una actividad de poesía y canto mapuche que le da sentido a todo.

Círculo en la tierra, micrófono y voz poética. Una sorpresa. Hay poetas que son activistas. Busco sus nombres: Vanesa Gallardo LLancaqueo, Viviana Ayilef, Liliana Ancalao, Anahí Mariluán. Activistas que enseñan con su palabra escrita, oral y cantada. Sus voces son la memoria de sus pueblos acallados. Son mujeres de sabiduría ancestral que nos abren el portal de su territorio para que sigamos aprendiendo que venimos de la tierra y que hablar de las heridas es el camino para honrar el pasado.

¡Poder, poder!

El domingo, en la marcha, Petra y yo tocamos tambores con la Guardia Sacayana de Mala Junta . Las montañas blancas a nuestras espaldas nos protegen y las canciones nos rodean por completo. 

Al levantar la vista sonreímos al ver la enorme y verdadera presencia en las calles. Cuerpos y cuerpos creando un núcleo poderoso.  

Parecido al fuego, al caudal del río: una marea fortalecida.

Juntes, pisamos tierra de resistencia y decimos a viva voz les nombres de quienes murieron bajo la violencia patriarcal 

y exigimos justicia 

y marcamos el rumbo con unión 

reflexión

escucha

y bajamos por las calles aceptando lo diverso 

con la boca abierta

convencidas en que hay que elegir para nuestro territorio aquello que nos permita honrar la lucha de miles y miles antes que nosotras.

 

Foto de portada: @josa.rl

Autor

  • Catalina Landívar

    Tandilense vinculada a la escritura y la escena. Es profesora de Teatro graduada en UNICEN. Se formó en Dramaturgia en UNA. Ha participado en numerosos espectáculos desempeñándose como dramaturga, directora y actríz. Coordina talleres, realiza acompañamientos creativos y forma parte del grupo PROYECTO MONDO. En su casa hay más animales que humanxs.

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