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¿Es muy tarde para mirar para arriba?
Por: Jonatan von Below, Facundo Barreto
“No mires hacia arriba” es una sátira muy bien lograda, que por momentos parece acercarse demasiado a la realidad. La nueva película de Adam McKay con Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Leo DiCaprio refleja la actitud negacionista de un sector de la población que desconoce el hallazgo científico de un cometa enorme que se dirige a la tierra para destruirla.
diciembre 29, 2021

“No mires hacia arriba” es una sátira muy bien lograda, que por momentos parece acercarse demasiado a la realidad. La nueva película de Adam McKay con Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Leo DiCaprio refleja la actitud negacionista de un sector de la población que desconoce el hallazgo científico de un cometa enorme que se dirige a la tierra para destruirla. Pretende hacernos reflexionar sobre el rol de la ciencia en la toma de decisiones clave para el futuro del planeta; sobre la responsabilidad de los medios hegemónicos de comunicación en la tergiversación de la información; y, además, pone en discusión qué intereses deben estar detrás del financiamiento de las investigaciones. 

En la realidad, la ciencia viene advirtiendo hace años un inminente colapso ambiental global que según las tendencias actuales nos atacará por todos los frentes. Desde Misiones, cabría utilizar algunas preguntas para ver cómo estos escenarios se materializan acá. Por ejemplo: ¿Por qué llueve cada vez menos y más fuerte? ¿Qué son los ríos voladores y cómo estos cambios los afectan? ¿Qué hace o debería hacer el Estado? ¿Qué puede hacer cada persona individualmente?; y ¿cómo se relaciona el inminente colapso ambiental con nuestro modo de pensar y sentir el mundo? Desde la deep ecology hasta la meditación, hacemos el ejercicio de mirar hacia arriba, hacia abajo, a los costados, pero principalmente hacia adentro.

¿Por qué llueve cada vez menos y más fuerte?

Somos la especie en peligro de extinguir todo. Cada año desaparecen más de 20 mil y el ritmo se acelerará. No es algo del futuro. Vivimos en un momento crítico de la historia. Una encrucijada entre la armonía con el mundo natural o la destrucción de casi toda vida en la Tierra. 

El cambio climático se puede ver en el aumento en la temperatura media anual a nivel global, causado por el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero. Esto puede promover más inundaciones y sequías en lugares donde antes no pasaba. El calentamiento global ha hecho que el nivel del mar aumente notablemente desde 1993. Lo anterior se debe, por un lado, al derretimiento de los polos, pero el principal motivo es que aumenta la temperatura de los océanos y, cuando esto ocurre, el agua se expande. El aumento del nivel del mar y el calentamiento de las aguas oceánicas superficiales, además puede modificar la cantidad e intensidad de las lluvias en las zonas litorales y aquellas asociadas a las principales cuencas hidrográficas.

El territorio de América Latina es menos de un quinto del territorio global, en él está el 10% de la población mundial y recibe un tercio de las precipitaciones del planeta, o sea un montón. Sin embargo, la distribución espacial y temporal es desigual: los lugares más áridos y más húmedos del planeta también se encuentran en la región, por lo tanto, la disponibilidad de agua para sus diferentes usos puede variar dependiendo de dónde te toque vivir. Por las dudas, antes de elegir dónde vas a vivir, mirá para arriba.

Actualmente, las lluvias están cada vez más concentradas en pocos días en el sur de Brasil y norte de Argentina. Lluvias más intensas en áreas vulnerables aumentan la posibilidad en el futuro de desastres naturales como deslizamientos de tierra e inundaciones en áreas urbanas y rurales. Las inundaciones no son nuevas en América Latina: entre 1970 y 2013, constituyeron el desastre natural más frecuente y cada vez se vuelven más usuales e intensas. En los últimos años, en Uruguay y Argentina, por ejemplo, llegaron a causar daños por un valor de US$2.500 millones. Mientras en algunas áreas llueve a cántaros, en otras, muchas veces dentro del mismo país, pasa lo contrario: sequías.

La variación en la distribución del agua depende de muchas cosas. Algunas están fuera del control humano, como los ciclos solares y la ubicación relativa de las grandes masas de agua oceánica. ¿Ciclos solares? Pero ¿eso no es del horóscopo? No. Nuestro Sol es una enorme bola de gas caliente cargada eléctricamente. Este gas se mueve generando un potente campo magnético. El campo magnético del Sol pasa por un ciclo, denominado el ciclo solar. Cada 11 años más o menos, el campo magnético del Sol cambia completamente. Esto significa que los polos norte y sur del Sol cambian de lugar (lo mismo que pasa en la Tierra pero cada muchos años más). Luego, demoran unos 11 años en volver de nuevo a la posición inicial. 

El ciclo solar afecta la actividad de la superficie del Sol, como las manchas solares causadas por los campos magnéticos. A medida que los campos magnéticos cambian, también lo hace la cantidad de actividad en la superficie del Sol. El comienzo de un ciclo solar es un mínimo solar, o cuando el Sol tiene menos manchas solares. Con el paso del tiempo aumenta la actividad solar y, con ella, el número de manchas solares. Si no lo creés, mirá para arriba. 

Los ríos vuelan

Estas variaciones solares afectan a la radiación incidente en el planeta y, por lo tanto, calientan o enfrían las aguas oceánicas de donde proviene la humedad continental, distribuida mayoritariamente a través del aire, donde se produce un fenómeno que se conoce como “ríos voladores”. En América Latina, los ríos voladores son flujos aéreos masivos de agua en forma de vapor que vienen del océano Atlántico tropical y son alimentados por la humedad que evapora la Amazonía (sí, esa que vienen prendiendo fuego les sojeres y ganaderes hace unos años). 

El océano Atlántico tropical norte es un océano caliente y su evaporación muy intensa. Los vientos transportan toda esa humedad en los niveles bajos de la atmósfera. Se encuentran a una altura de hasta dos kilómetros y pueden transportar más agua que el Amazonas. Estos ríos de humedad atmosférica, que cruzan la atmósfera sobre el Amazonas hasta encontrarse con los Andes, causan lluvias a más de 3.000 kilómetros de distancia, en el sur de Brasil, Uruguay, Paraguay y el norte de Argentina y son vitales para la producción agrícola y la vida de millones de personas en América Latina.

Otro componente esencial de los ríos voladores es la humedad liberada por los árboles de la selva amazónica y el Bosque Atlántico. Por ejemplo, un árbol frondoso, con una copa de 20 metros de ancho, “transpira” más de mil litros en un día. Dada la actual cobertura de bosques en estas regiones, 20 mil millones de toneladas de agua son transpiradas cada día por los árboles de estas cuencas hidrográficas. A pesar de que todo esto se sabe hace bastante tiempo, la deforestación se encuentra en su nivel más alto desde 2008, y continúa aumentando en toda la región. Evidentemente tenemos que mirar para arriba. 

En América Latina, cerca de la mitad del suelo se encuentra aún cubierto por bosques, pero esta cifra se está reduciendo rápidamente producto de la expansión del territorio agrícola. Durante, más o menos, los últimos 50 años (1961 – 2011), la superficie agrícola en la región aumentó notablemente, pasando de 561 a 741 millones de hectáreas, con la mayor expansión en América del Sur. Las proyecciones futuras del cambio global en el uso del suelo sugieren que Brasil será una de las naciones más afectadas por la expansión de las tierras de cultivo durante las próximas tres décadas. Capaz, también conviene mirar para abajo.

¿Quién tiene la culpa?

En las tres últimas décadas, la extracción de agua se ha duplicado en América Latina con un ritmo muy superior al promedio mundial. El balance hidrológico (o sea lo que entra menos lo que sale) se ve alterado producto de la deforestación, los cambios del uso del suelo y la cobertura vegetal, la sobreexplotación de los acuíferos y el drenaje de cuerpos de aguas naturales. En esta región, el sector agrícola y, especialmente, la agricultura de riego, utiliza la mayoría del agua (siete de cada diez litros). Le sigue la extracción para el uso doméstico con dos litros y la industria con un litro.

La pérdida de cobertura vegetal nativa, tanto en Misiones como en el sur de Brasil, es la principal amenaza para las fuentes de agua en el Bosque Atlántico. Durante los últimos dos años, hemos experimentado grandes cambios en los regímenes de lluvia y el cauce de nuestros ríos, que hoy se evidencian con una bajante histórica del Paraná. No será un cometa de 15 Kms de diámetro cayendo, pero sí que se puede ver. 

El manejo integral del suelo y agua es clave ya que sustentan la producción de biomasa (madera), en general, y de productos agropecuarios (alimentos), en particular. El suelo es un excelente reservorio de humedad, lo que reafirma la conveniencia de manejar integralmente suelo y agua. Existen numerosas investigaciones que muestran los impactos potenciales de los cambios en el uso y cobertura de la tierra sobre la disminución de la calidad y cantidad del agua en pastizales, bosques secundarios, agricultura, silvicultura y zonas urbanas. Muchos de estos estudios se hacen “mirando” desde el cielo con satélites que disparan “rayos láser” sobre las hojas y calculan cómo influyen las plantas en todo el proceso, a través de bandas multiespectrales.

El suelo es la capa superficial de la tierra, delgada y vulnerable (como la masculinidad hegemónica). Está compuesto por partículas minerales, materia orgánica, microorganismos, agua y aire (como nuestra billetera después de Navidad). Los procesos formadores del suelo son muy lentos y requieren largos períodos de tiempo (como la reforma agraria en Argentina; bueno, listo). En América Latina los suelos son muy variados, desde muy productivos hasta poco fértiles. 

Los tipos de suelos que tenemos en Misiones son de los más frágiles, ya que se encuentran en un equilibrio dinámico entre el ciclo del agua y la cobertura vegetal existente, que aseguran su fertilidad en el tiempo. Por lo tanto, suelo y agua contribuyen a la seguridad alimentaria y la generación de servicios ecosistémicos. El suelo provee materias primas, garantiza el secuestro y almacenamiento de carbono, el almacén del patrimonio geológico, facilita la reserva de agua, el ciclo de nutrientes y la reserva de la biodiversidad. Como pueden ver, todo está íntimamente interconectado.

¿Qué puede/debe hacer el Estado?

Para garantizar la calidad del agua, del suelo, y el funcionamiento de los ecosistemas naturales y productivos en el futuro, los tomadores de decisiones deberían adoptar las siguientes estrategias fundamentales:

I) Cumplimiento de la ley;

II) Mejoramiento del saneamiento básico y de la recolección de residuos, y adopción de soluciones basadas en la naturaleza;

III) Políticas forestales deben para asegurar la protección de áreas frágiles como las riberas de los ríos y mantener una cubierta vegetal mínima en el paisaje que garantice la prestación de servicios ecosistémicos como el suministro de agua potable; 

IV) Conservar o rehabilitar los ecosistemas naturales para minimizar los impactos negativos en la calidad del agua;

V) En áreas urbanas, mejorar la infraestructura verde para aumentar la infiltración de agua;

VI) Para mejorar la seguridad alimentaria, fortalecer la agricultura familiar, adaptarse al cambio climático y asegurar la provisión de servicios ecosistémicos es necesario revertir los procesos de degradación del suelo, asegurar el suministro de agua necesaria para la mayor demanda de alimentos; 

VII) Adoptar buenas prácticas de gestión de la tierra, en general, para todo lo relacionado con la actividad agropecuaria; y

VIII) Promover experiencias que integren la producción y conservación de la biodiversidad, en particular, sistemas agroalimentarios indígenas y tradicionales de producción, agricultura familiar y conservación de la agro-biodiversidad.

¿Qué podemos hacer individualmente?

Los siguientes párrafos no pretenden desconocer la importancia fundamental del activismo y el abordaje colectivo de las problemáticas socioambientales desde una mirada profundamente reflexiva anclada en la ecología política. Al contrario, buscan contribuir a un elemento que sistemáticamente suele dejarse afuera de la discusión y es importante incorporar. 

El capitalismo utiliza las herramientas del “desarrollo personal” (y múltiples derivados con intrincados nombres) para justificar la autoexplotación y erradicar el derecho a “estar del orto” y/o ejercitar el ocio. ¿Por qué no, desde una mirada diferente, utilizar herramientas del desenvolvimiento espiritual para promover la transformación de las relaciones humanas desde un cambio radical en la conceptualización del yo?

La mayoría de nosotres opera ahora bajo la suposición inconsciente de que lo que llamamos «el yo» es algo que existe independientemente del mundo que nos rodea. Sentimos que existimos «aquí» en algún lugar de nuestro cuerpo, y que el mundo es algo que existe «ahí fuera». Esta percepción, aunque la tienen la mayoría de las personas, no es en realidad una representación exacta de lo que somos. No existimos ni podemos existir independientemente de nuestro entorno. Les humanes estamos heches de los alimentos que comemos, del aire que respiramos, del agua que bebemos, del Sol que nos calienta y de muchos otros elementos.

Sin embargo, no solemos sentir esto a nivel visceral. De hecho, muches de nosotres solemos sufrir profundamente porque nos percibimos desconectades y alienades del resto del mundo. Como nos sentimos separades del mundo en el que vivimos, también tendemos a sentirnos bastante soles. Como nos sentimos separades de les demás, a menudo nos sentimos justificades para juzgar, maltratar y abusar de otres seres. Como nos sentimos separades de la Naturaleza, también nos parece bien descuidarla, manipularla, contaminarla y causarle daño.

Grandes pensadores y filósofes como Arne Naess se dieron cuenta de que, para crear un cambio ambiental positivo y duradero, no sólo tenemos que reflexionar sobre nuestras leyes y políticas, sino que tenemos que llegar a la raíz misma de las crisis ecológicas: tenemos que transformar nuestra percepción de nosotres como seres humanes y hacer evolucionar nuestra definición del Ser.

 

De la deep ecology a la meditación

La ecología es la rama de la biología que se ocupa de las relaciones de los organismos entre sí y con su entorno físico. Así la define el diccionario Oxford. La ecología profunda o deep ecology exige una transformación de nuestra percepción del Ser.

La filosofía de la ecología profunda fue originada por Naess, un filósofo noruego nacido en 1912. Influenciado por las perspectivas filosóficas de Spinoza y Gandhi, acuñó el término «ecología profunda» para expresar una visión del mundo en la que protegemos el ambiente como una parte de nosotres mismes, nunca en oposición a la humanidad. Durante más de cincuenta años, Naesss trató de remodelar el debate filosófico basándose en sus trabajos anteriores para esbozar una filosofía de la vida no dualista y no antropocéntrica.  

Podemos encontrar el documento escrito más antiguo sobre la ecología profunda (aunque no se le dio este nombre en su momento) en el antiguo texto del Sutra del Diamante. El Sutra del Diamante es un texto primordial de la tradición budista Mahayana (que incluye la escuela Ch’an o Zen). El budismo, entre todas las tradiciones del mundo, se ha centrado más intensamente en cuestionar esta noción del «yo» y ningún texto budista es más conocido por ello que el Sutra del Diamante.

Les estudioses creen que el texto original del Sutra del Diamante se escribió en la India en algún momento del siglo II de nuestra era. Se cree que Kumarajiva hizo la primera traducción al chino en el año 401 y es la versión que más se traduce al inglés.

El Sutra del Diamante insta a desechar cuatro nociones:

I) La noción del yo;

II) La noción de ser humano;

III) La noción de seres vivos; y

IV) La noción de duración de la vida.

Esto puede parecer extraño a primera vista. ¿Por qué tendríamos que desechar estas nociones? Para entenderlo, tenemos que analizar en profundidad lo que significan estas nociones y lo que son las «nociones» en sí mismas. Una «noción» se define como: una concepción o creencia sobre algo. Tenemos la creencia de que somos un yo, y con el nacimiento de esta noción también nace la noción del no-yo. Pero, ¿qué es el yo si no es por todos los elementos del no-yo?

Cuando pensamos en nosotres como el yo, y en otras cosas de la naturaleza como el no-yo, creamos una dualidad o separación que no existe en la realidad. El árbol, el cielo, el sol, todos ellos son no-yo en términos de nuestra noción del yo. Sin embargo, sin estos elementos no podríamos existir. Lo que llamamos «yo» sólo existe gracias a los elementos que no son el yo.

Del mismo modo, tenemos una noción de ser humano, y con ella, creamos la idea de no-ser humano. ¿Cómo puede existir un ser humano sin seres no humanos? Si no hubiera seres vegetales, animales, bacterias, no podría haber seres humanos. En última instancia, lo que se pretende al desechar estas nociones es el despertar de una visión muy profunda: la visión de la interconexión.

La interconexión es algo un poco más profundo que la simple conexión. La conexión sigue implicando dualidad: un individuo está conectado a otro, pero sigue estando separado. La interconexión es la comprensión de que las cosas sólo existen por su relación y fuera de esta relación no pueden existir. Como seres vivos, sólo existimos en relación con la naturaleza. Hay innumerables relaciones que conforman nuestro ser: las relaciones de los átomos, las partículas, las células, los tejidos, los órganos, los sistemas, las plantas, los animales y mucho más.

Existimos sólo porque existe la Tierra, la Tierra existe sólo porque existe el Sol, que existe sólo porque existe el propio Universo. Como dijo el naturalista John Muir: «Cuando uno tira de una sola cosa en la naturaleza, la encuentra unida al resto del mundo».

Como podemos ver, hay muchos paralelismos entre la filosofía de la ecología profunda y las enseñanzas del budismo. Ambos son temas profundos que nos invitan a cuestionar nuestra propia identidad. Ambos surgen también de la mirada profunda a la naturaleza. La palabra sánscrita para meditación, dhyana, ha sido traducida por algunes como «mirar profundamente». Los budistas utilizan la meditación y la atención plena como herramienta fundamental para despertar esta percepción de nuestra interconexión. Cuando aquietamos la mente, somos capaces de ver y experimentar la realidad con claridad y, de este modo, despertar una visión más profunda dentro de nosotres mismes.

La meditación nos ayuda a despertar a una comprensión más profunda de la realidad, y este cambio de percepción es realmente fundamental para cambiar nuestro comportamiento y la forma en que vivimos con la naturaleza. Si seguimos operando bajo la falsa noción de ser un yo separade, seguiremos actuando de acuerdo con esa noción, y nuestro planeta, y nosotres mismes, seguiremos sufriendo por ello. Tenemos que despertar de esta ilusión y darnos cuenta de que no somos un yo separade, sino que somos une con toda la naturaleza.

Un ser humano es una parte del todo llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto, una especie de ilusión óptica de su conciencia. Este engaño es una especie de prisión para nosotros, que nos limita a nuestros deseos personales y al afecto por unas pocas personas más cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su belleza.

Albert Einstein

Autores

  • Jonatan von Below

    Iguazú
    Ingeniero Forestal (UNaM), becario doctoral (CONICET), docente universitario (UNaM) y militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos. Integra el Instituto de Biología Subtropical (IBS-CONICET) y la Mesa Provincial NO a las Represas de Misiones. Es Masón en sus ratos libres y se hace su propio desodorante. Le gusta la chipa soé (vegetariana).

  • Facundo Barreto

    CABA
    Trabajador de la imagen y la comunicación. Simbólico, estético, político.

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