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La pobreza tiene cara de mujer
Por: Belen Roa
El 8 de marzo de 2021 nos volvemos a encontrar y volvemos a parar por el día de la mujer trabajadora. Nuestras demandas son demandas que tienen historia, que vienen de años y años de lucha. La protesta en las calles de Nueva York, con el lema “Pan y Rosas” contra las miserias laborales, exigiendo el recorte del horario laboral y el fin del trabajo infantil, sigue haciéndose visible 109 años después. 
marzo 8, 2021
La Carlos #1

Nuestra condición de ser mujer, lesbiana, bisexual, travesti, trans y no binarie sigue siendo la razón por la cual se siguen vulnerando nuestros derechos. En este nuevo paro internacional feminista, y con la misma fuerza que en 2016, volvemos a poner sobre la mesa la violencia racista, colonial y las condiciones de superexplotación laboral que sufrimos. Los salarios bajos, la desocupación y precariedad son cuestiones que están a la orden del día. Seguimos reclamando nuestra autonomía económica. Si no, ¿cómo explicamos que únicamente 2 de cada 10 puestos de máxima decisión estén ocupados por mujeres?

La ley de cupo laboral Travesti-Trans es una URGENCIA. No puede ser que les compañeres sigan sin poder acceder a un derecho humano fundamental como es el derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a tener condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. 

Esta vulneración sistemática de derechos nos está llevando a la muerte. En lo que va del año la violencia patriarcal ya provocó 66 feminicidios en Argentina. Se estima que cada 23 horas hay un hombre femicida.

Es por esto por lo que decimos BASTA a la violencia machista. BASTA de feminicidios y travesticidios. BASTA de violencia policial e institucional.

El caso de Úrsula Bahillo generó una enorme conmoción social que llevó a poner el ojo en la responsabilidad del Estado y de todas las instituciones que llegaron tarde a acudir ante una necesidad urgente, siendo responsables del hostigamiento y la violencia generada por Matías Ezequiel Martínez, miembro de la policía bonaerense. 

Sabemos que la violencia contra las mujeres es una norma en esta sociedad. Pero la pregunta es: ¿Quién nos cuida de la policía? Con esto, reflejamos con total claridad como el mismo Estado es quien legitima, reproduce y justifica la desigualdad de las mujeres.

¡Nos urge una Reforma Judicial Feminista! ¡BASTA de justicia patriarcal! ¡Estamos HARTAS!

Según un informe de la organización MuMalá, el 17% de los femicidios fue perpetrado por integrantes de las fuerzas de seguridad, es decir que aumentó un 5% respecto al mes de enero. El 29% de las víctimas había denunciado a su agresor, el 19% tenía orden de restricción de contacto o perimetral y sólo el 4% disponía de botón antipánico. Además, el 94% de los femicidas eran conocidos por las víctimas (64% parejas/exparejas) y el 70% de los femicidios tuvieron lugar en la vivienda de la víctima o vivienda compartida.

El sentir horror frente al femicidio de Úrsula también llevó a cuestionar el rol de los varones frente a una realidad que no puede ser silenciada. 

En Varones y masculinidad(es) mencionan que la violencia aparece como una de las formas destacadas de validación de la masculinidad normativa, y la complicidad machista como uno de los mecanismos más comunes para evitar su cuestionamiento. Entonces, ¿Cómo cambiamos el concepto social de “ser varón”? 

Si no somos capaces de ver las formas de violencias que no son percibidas como tales, como la violencia simbólica y psicológica principalmente, continuamos siendo objeto de opresión, desigualdad y sometimiento. 

Es necesario que los varones comiencen a visibilizar y generar espacios entre ellos donde se cuestionen las prácticas y discursos que implican un ejercicio de violencia de género, que se reproducen a diario y que legitiman vínculos jerárquicos y desiguales. Únicamente generando estos espacios de deconstrucción van a ayudar a transitar el camino del cambio. 

Pero también debemos dejar de creer que la solución a los casos de femicidios es el poder punitivo, porque es seguir tropezando con la misma piedra. La realidad es que esto no resuelve el conflicto, sino que lo cuelga como una prenda recién lavada que se tiende hasta que se seque. Es encerrar al agresor un tiempo para luego soltarlo cuando el conflicto se seca. Pero no hace más que dejar el conflicto colgado para siempre.

Necesitamos un Estado presente que dé lugar a la reparación de las víctimas como corresponde y como debería ser: una reparación PLENA. Que haya reparaciones correspondientes a cada caso y a cada víctima. 

Exigimos también la liberación de todas aquellas mujeres que hoy se encuentran privadas de su libertad por abortar. ¡No estamos todas! 

Y como dice Dora Barrancos: “la pobreza tiene cara de mujer”. Hoy nuevamente decimos BASTA.

Autor

  • Belen Roa

    CABA
    Técnica en Recursos Humanos. Trabaja en consultoría realizando gestión de talento, especialista en capacitación y entrenamiento virtual. Fan indiscutible de automatizar procesos. Feminista que le gusta escribir y sacar fotos. Misionera que lleva a Eldorado a todos lados.

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