Reseña
El camino a la salvación
Saul Goodman: literatura y perdición
Por: Mariano Pacheco, Lucas Bullones
Última entrega de esta serie de notas sobre Breaking Bad y Better Call Saul, esta historia en la que, de algún modo, todos pierden, y sin embargo, parece posible –vía algún desvío— encontrar la salvación.
julio 24, 2023
La Carlos #1

La senda del perdedor (Jimmy-Saul-Jimmy)

Podríamos abordar esta historia en su linealidad: ingresar a la plataforma, ver todos los episodios de Breaking Bad y luego todos los de Better call Saul. De yapa, miramos luego El camino, el film que comienza donde finaliza la primera serie, le da un cierre a la historia de Jesse Pickman y retoma escenas que complementan el sentido de lo que acontece en la segunda tira. Sí, es esa una opción. Otra sería la siguiente: vemos seguido las primeras cinco temporadas y los primeros nueve episodios de la sexta y última de ¡Better call Saul! Luego miramos todas las temporadas de Breaking Bad y la película. Finalmente, retomamos ¡Better call Saul! desde el episodio décimo de la sexta temporada. 

Hemos trabajado ya, en la segunda nota de esta serie de textos, cómo el episodio nueve de ¡Better call Saul! finaliza con el momento de la ruptura entre Kim Wexler y Saul Goodman, cuando ella le anuncia que deja el derecho, que lo deja a él, que deja la ciudad. Este décimo capítulo se inicia en blanco y negro. Jimmy aparece ya no como el abogado Saul Goodman sino transformado en Gene Takovic, un hombre callado, de mirada taciturna, con vestimenta sobria y portando un bigote que le da aún más seriedad a su rostro. Allí, en un futuro que no podemos fechar muy bien, se nos muestra a esta nueva versión del personaje trabajando de vendedor de cinnabon rolls en un shopping de Omaha, Nebraska. De hecho todo el capítulo, por primera vez, transcurre 100% en blanco y negro. 

Pero el episodio once, que se titula Breaking Bad, se inicia a color, y retoma de hecho escenas de la anterior serie, para complementar los sentidos de la historia, para retornar luego al blanco y negro del futuro, al momento en que Gene Takovic se conecta con quien fuera su secretaria en tiempos de Saul. Ella aparece administrando una casa de su propiedad que alquila, cobrándole algún dinero a Saul por seguir haciéndole favores (pasarle información; ponerlo al tanto de cómo las fuerzas del orden lo siguen buscando y sobre el dinero y las propiedades que le fueron confiscando). El blanco y negro y el color se confunden. La cronología temporal aparece desquiciada. Jimmy es Takovic en el futuro, aunque abandona la tranquilidad del empleado taciturno tal como lo hemos visto hasta el momento para unirse a un taxista que vive en Nebraska pero que también es de Albuquerque, quien lo reconoció en el shopping y por quien casi abandona la estadía en la nueva ciudad, cuestión que no hace finalmente, porque de algún modo logra convencerlo para que se le una en nuevas andanzas, pequeñas estafas con grandes riesgos. Aunque también Jimmy es en este episodio Saul Goodman, el abogado que se hace amigo del cartel, y al que se nos muestra en el pasado, en el preciso momento en que toma contacto con el profesor Walter White cuando éste comienza a fabricar drogas en la serie Breaking Bad

Hemos dicho en la primera nota de esta serie de textos que, en alguna medida, Saul nos recuerda aquello que Jorge Luis Borges expresó en su cuento “Biografía de Isidoro Tadeo Cruz”, acerca de que “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. Como si Jimmy McGill no pudiera zafarse de su destino, una vez que ha logrado escapar de las autoridades y permanecer desapercibido, sin involucrarse en problemas, cuando es descubierto, no opta –como en un primer momento lo hace— por llamar al “desaparecedor de personas” para que lo traslade a otro sitio, sino que va al encuentro del taxista para involucrarlo en una serie de estafas a partir de las cuales quedarán ambos involucrados, conjurando así la posibilidad de la delación. Pero no sólo. También podemos intuir que esa situación hace que Jimmy recupere la adrenalina de la acción, como en tiempos en que era Saul, rompiendo así la monotonía de su vida en Nebraska. Incluso para llegar al taxista, Gene Takovic elucubra todo un plan de acercamiento previo a su madre, de quien se hace amigo como modo de ingresar a la casa, para tomar contacto con el muchacho y, a la vez, dejar entrever un mensaje (“sé dónde vives, tu madre me tiene confianza”). 

El episodio doce, que se inicia a color, vuelve al pasado, al momento inmediatamente anterior al inicio de Breaking Bad incluso, despejando algunos baches que nos quedaban en la historia. ¿Por qué Kim Wexler no aparece en la primera serie si no fue asesinada, si no murió? Allí lo vemos, porque el capítulo se inicia con el instante preciso en que Saul y Kim se separan. De allí en más, todo el resto de ese episodio y del siguiente (final), la historia se desenvuelve entre ese ir y venir entre el color y el blanco y negro, esa oscilación entre la fase a color (pero poco colorida) del momento final de la pareja, y del momento final del éxito de Saul como abogado de los narcos, por un lado, y por otro, el blanco y negro del futuro sombrío, cuando nos enteramos qué pasa con la vida de Saul en Nebraska, y a través de sus intentos por retomar contacto con Kim, descubrimos cómo es la rutinaria y aburrida vida de Wexler en Florida cuando la heroína ha dejado el derecho.

La tensión se mantiene hasta el final. ¡Por fin sabemos que Kim vive! Sí y que Saul parece haber zafado de las garras de la ley, aunque pronto lo veremos precipitarse en su propio abismo. De allí que podamos descubrir que el blanco y negro, evidentemente, no simboliza sólo una cuestión temporal (el futuro) sino también existencial (donde la vida se ensombrece). Pero para comprender cabalmente el final de esta historia hace falta sumergirse en el desenlace de esa serie dentro de la serie, no la historia de las bandas narcos sino la del ascenso al paraíso y descenso al infierno de Jimmy McGill.

El abogado fracasado

En los dos últimos episodios de Better call Saul todo se precipita. Jimmy llama por teléfono a Kim. Le dice que no quiere nada, tan solo charlar, escuchar su voz. Ella, cortante, se limita a decirle que debe entregarse a la justicia para ser juzgado, que no puede ser buena la vida que lleva. Jimmy se enoja, le pregunta por qué no se entrega ella, si es que no siente culpa. Luego, en imágenes a color, vuelta al pasado, al momento del divorcio, cuando firman los papeles. Kim se muestra triste y en silencio. Saul, desprejuiciado, dice: “¡Que seas feliz!”. Y luego: “¿quién es el siguiente? ¡Ganemos plata!”. 

Al salir del estudio Kim se cruza con Pickman (secuencia que no habíamos visto en Breaking Bad, ya que  –como se ha señalado— Kim no aparece en esa serie).

-Eres abogada, ¿no? Te he reconocido. Defendiste a mi colega.

Entonces Jessy le pregunta si Saul es un buen abogado. Más precisamente dice:

-¿Este tipo es bueno?

-En su tiempo lo era– le responde Kim, que deja flotando en el ambiente la ambivalencia respecto de la palabra bueno (¿era bueno como abogado o como persona? ¿O ambas cosas?).

Retorno al blanco y negro. Es el momento en que el nuevo compañero de aventuras de Jimmy en Nebraska es arrestado, tras chocar el auto con el que pretendía huir de un robo planeado junto a él. Jimmy regresa a su casa, llama a la comisaría, intenta salvar al colega. Pero para hacerlo busca a su madre, quien para entonces ya descubrió que Gene Takovic es Saul Goodman. Pero sobre todo, lo que la señora descubre es que él la ha usado, fingiendo su amistad. Es el instante previo al desenlace fatal de nuestra historia: la viejita llama a la policía, Gene huye, pero en la huida, es atrapado (“robó, huyó y lo pescaron”, diríamos con Woody Allen). 

Como el escritor fracaso de Roberto Arlt, también Jimmy tenía en ese momento final de la serie “ilusiones rojas y realidades negras” y, como en ese cuento del escritor argentino, el personaje de esta historia norteamericana queda por instantes sin nada que decir, porque el mundo de sus emociones “era pequeño” entonces. Con veintisiete delitos declarados y ocho cargos en su contra, no le queda más que esperar ciento noventa años de reclusión. Pero de repente, allí en su celda, “se ilumina” al ver un grafiti, y solicita hacer una llamada para comunicarse con William Dakley, antiguo fiscal, a quien le pide que se pague su propio pasaje de avión y vaya a verlo para convertirse en su asesor. Es que Jimmy se ha metamorfoseado nuevamente en Saul, decide no bajar los brazos, y planea asumir su propia defensa. Entonces solicita hablar con Marie Schrader, la viuda de Hank (el emblemático personaje de Breaking Bad, agente de la DEA, cuñado del Walter White, el fabricante de metanfetamina), destacada actriz que vuelve a reaparecer en este tramo final de la historia para escuchar a un Doctor Goodman contar su versión de los hechos: que él también fue una víctima, obligado por Pickman y White a trabajar para ellos bajo amenaza de muerte (en Better call Saul aparece filmada nuevamente, de hecho, la secuencia en la que Walter y Jesse amenazan a Saul en el desierto). Entonces narra la secuencia de los diez hombres que trabajaban para el cartel, detenidos en diferentes cárceles, que White había enviado a matar. Tarea que sus hombres ejecutaron en tan sólo dos minutos (entre ellos figuraba un abogado que fue asesinado en un ataque en el que recibió 48 puñaladas).

-Tienen delante un hombre que lo ha perdido todo: su familia, su profesión, su libertad– argumenta Saul, mientras desafía a uno de los abogados “que nunca ha perdido un caso”, diciéndole que tan solo necesita que un juez dude.

Finalmente logra lo impensado: un juez dudó, y lo condenan a tan sólo siete años y medio de prisión. Como si fuera poco, exige cumplir su reclusión en la prisión Butner Low, en el ala D de Carolina del Norte (“es fantástico –dice— hay muy buen clima. Y se juega al golf”). De nuevo lo inesperado: también le conceden ese reclamo. Pero Jimmy ha vuelto a ser nuevamente Saul, dijimos, así que no conforme con todo lo obtenido, dice tener una exigencia más: que todos los viernes le den un helado de menta de chocolate de Blue Bell. ¡Reclamo que también le conceden!

Hemos señalado, en otra nota anterior de esta serie de textos –citando a los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari— que “la línea de fuga puede devenir línea de muerte”, es decir, que toda apuesta creativa puede arrastrar consigo dinámicas mortíferas. Algo de esto sucede con nuestro personaje en este momento de la historia. Porque Jimmy ha vuelto a ser Saul y lo ha conquistado prácticamente todo: no la libertad, cuestión que era imposible con todos los cargos que tenía en su contra, pero sí una reducción a siete años de una reclusión que se prometía perpetua. Pero se quema con fuego: dice, para rematar –o para pretender rematar la situación— que tiene algo más para negociar, y ofrece contar una historia (la del abogado Howard) nunca antes revelada. Sin embargo, el redoble de apuestas culmina mal, porque le informan que ya su ex mujer, Kim Wexler, ha contado toda la verdad y que esas declaraciones la situaron en una compleja posibilidad: que la viuda de Howard le inicie una demanda civil. Es recién entonces cuando Saul se desmorona. 

El trauma retorna como síntoma

Hasta el momento final la historia parece no querer dejar ir al pasado y, a su vez, depararnos nuevas sorpresas sobre el desenlace. En ese ir y venir entre las imágenes a color y las de blanco y negro, la serie retrocede hacia dos momentos fundamentales. El primer momento, con el que se abre el episodio trece (final), es cuando Saul Goodman casi se topa con la muerte, junto a Mike (jefe de seguridad del narcotraficante Gustavo Fring), al atravesar el desierto a pie, con un bolso cargado de dinero, luego de que el ex policía salvara al abogado de un intento de asesinato mientras buscaba el dinero por pedido de Lalo Salamanca (su cliente narcotraficante que esperaba que llegara esa plata para pagar la fianza y salir en libertad, bajo la identidad falsa con la que había sido juzgado y absuelto tras la ayuda que le brindó Saul). Entonces Saul le pregunta a Mike qué haría si pudiera regresar en el tiempo. El viejo le responde diciendo que trataría de no ser corrupto en el pasado, aconsejar bien a su hijo, y volver otra vez, para reconfirmar que todo marchara bien. Saul en cambio responde con una frívola historia de cómo ganar más dinero.

El otro momento clave es cuando Saul permanece encerrado con Walter White, en el instante en que el “desaparecedor de personas” los está por trasladar. El abogado le pregunta al científico qué haría con una máquina del tiempo. Walter le responde que es esa una pregunta sin sentido. “Tú me estás hablando de una máquina que es tanto imposible realmente como teóricamente. Tú hablas de arrepentirte. Si quieres preguntarme por arrepentimientos pregunta por ello”. Y le cuenta que, si de algo se arrepiente, es de haber dejado que sus “amigos”, con astucia, lo estafaran con la empresa que habían formado juntos, pero en base a sus conocimientos. Y cuando le pregunta a Saul de qué se arrepiente él, éste le cuenta una historia, de cuando tenía veintidós años y a propósito se quebró una rodilla para pagarse sus estudios con el dinero obtenido de la estafa. “Siempre has sido así”, le contesta Walter, quien se levanta y corta la conversación. 

Luego de estos dos flash back en color, la historia retorna al presente en blanco y negro. Saul es extraditado a Nuevo México. Kim Wexler recibe la llamada de una antigua fiscal, que en su momento le había advertido sobre el peligro que Goodman implicaba para su vida, y le avisa que él dará una declaración que la afecta directamente. 

Ya en la sala donde será juzgado, podemos detectar que Jimmy ha regresado plenamente a su personaje de Saul Goodman (y así solicita que lo nombre el tribunal). “Que empiece el espectáculo”, dice, con su camisa, traje y su corbata, que aún en el blanco y negro de las imágenes podemos detectar llamativos (coloridos).

La jueza le advierte que han recomendado que la condena sea de veintidós años de prisión, y que cualquier declaración que realice puede empeorar la pena. Saul, sin embargo, no recula y pide la palabra. Reconstruye entonces cómo, dos años antes, Jesse Pickman y Walter White lo llevaron al desierto y lo amenazaron de muerte para que trabajara para ellos. Cuando todos en el lugar esperan que se escude en esa secuencia mencionada para eximirse de lo que ha hecho, él dice que ahí vio una oportunidad de ganar mucho dinero, y que por eso se dedicó por un año y medio a contribuir a poner en pie el imperio narco. 

Su abogado quiere retirarse del caso; la jueza le advierte que todo lo que diga puede verdaderamente complicarlo, pero Saul insiste y le toman declaración bajo juramento. Ahí comienza su alegato, quien sabe, en búsqueda de que la historia (su historia de amor con Kim) pueda absolverlo. 

Saul se declara no sólo partícipe voluntario sino indispensable de los sucesos, ya que si bien no ejecutó asesinatos, ni fabricó directamente las drogas, estaba al tanto de todo, y mantuvo a White en libertad, además de lavarle su dinero.  Lo dice después de aclarar que mintió cuando se refirió a la participación de Kim en los hechos que derivaron en el asesinato de Howard, pero que lo hizo sólo con el fin de que ella estuviera allí presente ese día para escuchar su declaración. Tras un cruce de miradas con Kim, Saul continúa su “confesión”. En ese momento se refiere a su hermano Chuck. La jueza le dice que estaba imposibilitado, pero Saul insiste en que podría haberse esforzado por ayudarlo más, pero que en lugar de eso se esforzó por herirlo, quitarle lo único que lo mantenía vivo: la ley. “Y después de eso se suicidó”. Antes de sentarse su abogado le pregunta qué fue eso, y sostiene que lo de su hermano ni siquiera había sido un delito, comentario al que Saul simplemente le contesta con un “lo fue”.  

La jueza, llamándolo Goodman, lo insta a sentarse. Él responde: 

-McGill. Mi apellido es McGill.

Un último flash back a color. Escena de conversación entre Jimmy y Chuck. A diferencia de cómo lo hemos visto siempre hasta el momento, su hermano se muestra amable, incluso se ofrece a conversar con él sobre sus casos, en ese momento en que está abriendo su nuevo estudio. Saul le dice que debe partir. Chuck lo interpela:

-Si no te gusta a dónde te diriges, no es vergonzoso retroceder y cambiar el rumbo.

Pero Saul le retruca preguntando cuándo él ha cambiado el rumbo. Parece un diálogo de sordos, sobre todo si pensamos –como Borges— que es en un instante que cada hombre define su destino. ¿Podría Jimmy haber torcido entonces su rumbo? No lo sabemos Lo que sí sabemos es que cada ser humano debe cargar con la mochila de aquello que sí ha hecho. Y eso aparece con fuerza en los minutos finales de esta historia, cuando vemos a Jimmy ir sentado en el autobús que lo traslada a la prisión. Su mirada parece serena, en contraste con la gota de transpiración que ve correr por la nuca del presidiario que va delante de él, un hombre de apariencia física dura pero a quien sus sentimientos parecen traicionarlo. El hombre se da vuelta y lo llama Saul. Él insiste en que se llama Mc Gill, pero todos los reclusos del autobús parecen haberlo reconocido y empiezan a gritar, a cantar “¡Llama a Saul!”, mientras golpean sus esposas contra los asientos. “¡Llama a Saul!”; “¡Llama a Saul!”; “¡Llama a Saul!”. 

En la escena posterior lo vemos en la panadería de la prisión. Un guardia interrumpe el trabajo diciendo que mandan a llamarlo: su abogado quiere verlo. Pero al ingresar a la sala, Jimmy se encuentra con Kim, quien le dice que pudo entrar porque su credencial de Nuevo México no tiene vencimiento. Ella le convida un cigarrillo. Ambos fuman apoyados contra la pared, como cuando comenzaron su relación, y todo su amor se simbolizaba en ese gesto. 

El diálogo es breve pero significativo. Ella le dice:

-Has logrado que te bajaran la condena a siete años. 

Jimmy le contesta con orgullo: 

-Lo hice.

Luego ella agrega: 

-Ochenta y seis años. 

Y él bromea, comentando que quizás con buen comportamiento… “¿quién sabe?”

Kim se retira. Jimmy la observa tras las rejas. Ella se detiene y él apunta con ambas manos, como disparando un revólver y luego se sopla los dedos. El mismo gesto que había realizado ella en un cuarto de hotel, cuando le insistió a él que avanzaran con el plan para desprestigiar a Howard. 

¿Aún en prisión Jimmy encontró la forma de torcer el rumbo, de dejar atrás el modo de vida de Saul y decirle a Kim que no se responsabilizara por lo sucedido, porque era él el que asumía las responsabilidades? Nunca se dice, pero podemos suponerlo. Lo que sí sabemos es que la mejor literatura está entretejida de grandes omisiones. “Preferiría no hacerlo”, solía repetirse Bartleby, el personaje de Hernan Melville. “Preferiría no haberlo hecho”, parece querer decirnos Jimmy –y decirle a Kim— siguiendo las pistas de una rica tradición literaria, para sugerirnos que en la perdición (de terminar sus días tras las rejas) él encontró la salvación. 

Autores

  • Mariano Pacheco

    CABA
    Escritor, investigador, periodista. Director del Instituto Generosa Frattasi. Coordina Cursos de Filosofía y Talleres de Escritura. Autor de los libros “2001. Odisea en el Conurbano”; “Desde abajo y a la izquierda”; “Cabecita negra. Ensayos sobre literatura y peronismo”; “Montoneros silvestres”; “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt”; “De Cutral Có a Puente Pueyrredón, una genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados”. Coautor de “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo”.

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  • Lucas Bullones

    Godoy Cruz
    Más mendocino que las tortitas raspadas. Estudiante y trabajador de la comunicación visual. Diseñador de Tierra Roja. Melómano y futbolero.

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Authors

  • Mariano Pacheco

    CABA
    Escritor, investigador, periodista. Director del Instituto Generosa Frattasi. Coordina Cursos de Filosofía y Talleres de Escritura. Autor de los libros “2001. Odisea en el Conurbano”; “Desde abajo y a la izquierda”; “Cabecita negra. Ensayos sobre literatura y peronismo”; “Montoneros silvestres”; “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt”; “De Cutral Có a Puente Pueyrredón, una genealogía de los Movimientos de Trabajadores Desocupados”. Coautor de “Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo”.

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