Crónica
Parte de un parto
Un nacimiento en papel en la era digital
Por: Lucia Sabini Fraga
La Carlos es un producto del contrapunto con la perplejidad. Fuerzas extrañas gobiernan este planeta y los acontecimientos que dieron lugar a la aparición de la nueva revista no son ajenos a ellas. Algo particularmente raro ocurre en el mundo de la comunicación. La era está pariendo algún ser que todavía no asoma la cabeza. Esto no impide -y, al contrario, quizás incite- el alumbramiento de otras experiencias. Encuentros, viajes y sucesos enigmáticos forman parte del desarrollo de esta experiencia. Aquí solo una muestra de la parte que se puede publicar.
La Carlos #1

No es ninguna novedad que Instagram se tiktokizó: ves un video y al toque aparece otro y después otro y así hasta el infinito y sin darte cuenta perdiste veinte minutos de tu vida (con suerte) viendo cosas que no te interesan. Entre tanto material circulando hay uno de una leona supuestamente dando a luz a sus cachorros, con un león al lado acompañándola (se interpreta que es el león marido y padre). De fondo aparecen dos humanos vestidos de overol beige, como si fueran cuidadores del zoológico pero con una cruz de enfermeros o médicos en sus uniformes y cargando botiquines en las manos. Caminan en dirección a las bestias dispuestos a asistir médicamente el parto: al verlos llegar el león se corre, les cede el lugar y ellos se agachan dispuestos a hacer su trabajo. Escena siguiente: leoncito bebé en los brazos de la médica-veterinaria-cuidadora del zoológico y otro leoncito en el suelo con su mamá leona. Lo primero que podríamos cuestionarnos es para qué alguien haría este video. Ya en los comentarios se puede entrever una respuesta. Mucha gente saluda la labor de esos humanos, los felicita, se ponen contentos por ver a los cachorros sanos y salvos. Más allá de quienes sí identificaron rápidamente lo obvio de la creación artificial del video, pareciera haber una intención en volvernos seres desvinculados de todo sentido común, de rigor científico, carentes de razonamiento básico. ¿Cómo alguien puede suponer que un par de leones va a dejar pasar a una persona a su espacio íntimo en medio de un parto en la selva cuando nunca necesitaron al humano para absolutamente nada, como si por tener una cruz hospitalaria eso habilitara al animal a entender que aquellos están yendo a “ayudar”? ¿Qué cadena de representaciones y de vinculaciones entre los humanos y su entorno estamos alentando? ¿Qué mecanismos de pensamiento lógico estamos desarrollando? ¿De verdad somos capaces de comernos cualquiera sin siquiera sospechar?

El hecho de hacer una revista en papel como La Carlos (LC) responde a una intención primaria, política y comunicacional, de irrupción en el escenario público. Y a su vez, la pensamos como un ejercicio consciente de encuentro con otres, un espacio de interpelación y debate. Despertar la conversación dormida, pensar más y scrollear menos, avivar el misterio. O simplemente soltar el teléfono un rato.

Hicimos la presentación de lanzamiento, con revista física en mano, un 17 de agosto, el día que murió uno de los próceres más importantes de Argentina. Las conmemoraciones son a la muerte porque, como suele decirse, son el momento del paso a la inmortalidad, para destacar que su figura se seguirá reivindicando y su obra multiplicando. Se muere una vez pero se puede nacer muchas. El evento se desarrolló en uno de los llamados “Sitios de la memoria”, que no tiene que ver con José de San Martín, sino con un pasado más cercano y bastante más doloroso pero que también narra nuestras búsquedas y dolores: el ex centro clandestino de detención y tortura “Virrey Cevallos”. Un complejo habitacional -una casona en medio del transitado barrio de Montserrat- que fue hotel de inmigrantes a principios del siglo pasado y luego alquilado por la Fuerza Área durante los años de la última dictadura militar. Con la llegada de la democracia la Fuerza Aérea dejó de alquilar el inmueble y los dueños decidieron convertir nuevamente el edificio en un hotel para familias, mayormente migrantes, dándole apenas alguna que otra mano de pintura. En la sala que fue de torturas, los nuevos inquilinos -sin tener la menor idea de los usos anteriores de la casa- colocaron un santuario evangélico. Gracias a la militancia de colectivos de derechos humanos durante décadas, se logró reconstruir el sitio y sus características a partir de los testimonios de al menos nueve sobrevivientes, aunque se calcula que durante 1976 y 1980 estuvieron detenidas allí alrededor de cien personas.

Hace tiempo, este espacio de memoria -donde además funcionó durante años la redacción del colectivo de comunicación “Grito del Sur” y de donde fueron expulsados recientemente, con festejo del vocero presidencial Manuel Adorni incluido- corre peligro, como muchos otros, de ser abandonado, cerrado; básicamente de desaparecer. Por eso hay que habitarlos, acompañarlos o, por qué no, hacer nacer allí una revista. Durante el evento, al que asistieron referentes y amigos, hicieron uso del saludo el escritor Carlos Godoy, el periodista y presidente de la Federación de Cooperativas de Medios Digitales Yair Cybel, y varios miembros del colectivo editorial de Tierra Roja. 

La gira que le siguió al lanzamiento respondió al deseo vital de encontrarnos a debatir con más personas en distintos puntos del país. Viajamos a prácticamente todas las latitudes en donde tenemos compañeros del equipo viviendo y le sumamos un destino como invitados. 

La presentación en Mendoza fue una clase de historia a bar abierto en el Centro Cultural “Los Amigos”. Allí la docente e historiadora Eugenia Aguirre preparó un breve pero interesantísimo ensayo sobre la historia de la revista argentina, donde nos dejó sentirnos parte de semejante aventura. También en septiembre desembarcamos en Córdoba, tierra de la Mona Jiménez (el Carlos local), el fernet y el cuarteto. También provincia de la Reforma Universitaria, del movimiento popular que hirió de muerte a la dictadura de Onganía y del sindicalista que todos querríamos de delegado gremial en nuestro trabajo. Para hacer honor al territorio, la presentación se llevó adelante en el local del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN ) con las intervenciones de María Ana Mandakovic, Secretaria General del gremio, y Bianca De Toni, miembro de Enfant Terrible, colectivo de comunicación local y parte de la Red de Medios Digitales. En Posadas (Misiones), nos juntamos en el patio del Espacio Cultural La Casa, a pasar calor y tomar cerveza, con el eje puesto en el periodismo y su rol social. Nos acompañó el periodista local y amigo Sergio Álvez y hay que decir que fue la presentación más participativa de todas, porque logramos fusionar las voces de quienes oficiaron de oradores con quienes cumplieron el rol de público, en un rico intercambio sobre el estado de situación provincial en torno a la libertad de expresión.

El 1° de noviembre en La Plata nos pusimos serios, pero sobre todo patrióticos: el eje soberanía fue la columna vertebral de cada una de las exposiciones, a cargo de un panel de lujo que incluyó al compañero filósofo Matias Farias, la investigadora Soledad Falco y al ex combatiente de Malvinas y presidente del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata (CECIM), Rodolfo Carrizo. No se puede amar lo que no se conoce: nos lo enseñó Carlos Godoy con la nota de tapa, «El desierto blanco», sobre la imaginación política en torno a la Antártida. Acercarnos discursivamente a esos territorios forma parte de la tarea histórica por recuperar la soberanía.

La última presentación fue a fines de noviembre en la Patagonia y con broche de oro.  Bariloche en primavera es una paleta de colores vivos, en especial el amarillo intenso de la retama que inunda cada rincón de la Avenida Bustillo. Fuimos invitados a participar en el tercer festival de “Nave de No ficción”, un encuentro de periodismo narrativo y géneros afines, en una mesa llamada “Escenas de la crónica federal – Mueran los salvajes unitarios”, junto a proyectos de Tucumán, Corrientes y Rio Negro. El último día del festival, presentamos LC a sala llena en frente al lago Nahuel Huapi con al menos doscientas almas escuchando, pero no porque nos hayamos vuelto famosos de pronto, sino por el inobjetable privilegio de haber sido la actividad previa a la charla de Leila Guerriero, la cronista más solicitada y aplaudida de habla hispana. El público cautivo nos vino al pelo: vendimos todo lo que llevamos y nos dimos el gusto de darnos a conocer también en el sur argentino (algunos ejemplares incluso cruzaron la Cordillera).

Evidentemente la cuestión de lo simbólico nos apasiona. Los tiempos de producción de la revista y su plano de expansión más concreto -la gira federal- casi dieron una vuelta al sol: La Carlos fue un proyecto de revista que se soñó y gestó con el calor de febrero, se materializó como objeto con los últimos fríos del invierno y recorrió latitudes hasta cerrada la primavera.

De camino a la anteúltima presentación -en la ciudad de La Plata- una piedra aterrizó violentamente en el parabrisas del auto en el que viajaba gran parte del equipo, astillando un pedazo de vidrio y generando un susto breve pero intenso. El golpe se sincronizó con la llegada del mensaje de una de nuestras panelistas de ese día -la más importante acaso- diciendo que se ausentaría por problemas de salud. Un aire de superstición repentina invadió el auto. Creer o reventar, dice un dicho popular. 

Si de cuestiones esotéricas se trata, también creemos que La Carlos nació de un incendio. Los días previos a la entrada en imprenta de la revista, un compañero del equipo estaba en su cuarto, probando varios modelos de tapa. Agarró una de esas portadas y la pegó en la pared con cinta de papel y flasheó iluminar el espacio con velas, para una producción esoterica, mezcla de altar y santuario, dedicado a nuestro señor La Carlos y la virgen de las revistas. Prendió una vela pequeña y la ubicó a una distancia que creyó prudente, la misma que debe imaginar cualquier persona que deja una vela prendida antes de que se incendie su casa. Fue al baño, y a la vuelta, se cruzó con su roommate e intercambiaron unas palabras, enlenteciendo aún más el regreso. Cuando abrió la puerta de su habitación solo había humo: humo oloroso en tonalidades de gris a negro. Miró hacia la pared y la portada de La Carlos había desaparecido mutando a estado gaseoso. Qué más doloroso presagio que ese: antes de ir al baño, había un objeto presente; a su vuelta, solo cenizas, vacío. El cálculo del compañero indica que por unos treinta centímetros no se prendieron fuego más cosas, convirtiéndo la escena en tragedia.

El incendio fue material pero también metafórico: 2024 fue para muchos, un año de entrada a un decálogo de atrocidades, actos malignos, de la constatación de una nueva mecánica social en las antípodas de lo que muchos consideramos vivible. Un incendio de nuestras posibilidades, nuestras visiones de mundo y un poco también de nuestros ánimos. Hacer La Carlos fue ponernos una curita entre tanta lastimadura, un acto de osadía entre tanta derrota declarada. De algún modo, funcionamos en espejo: la senda elegida por el nuevo gobierno para transitar el cotidiano es la doctrina del escándalo, la disrupción violenta ante cada cosa. Es su búsqueda, su forma de hacer política y sobre todo, la forma de comunicarse con su propio público. Ese código comunicacional tiene algo de canibalismo: lanzar carne cruda, dar tarascones al aire, tragar sin masticar. 

Pero queremos la masticación lenta. Darnos el tiempo de pensar, e invitar a otros a hacerlo, que es hoy casi un acto subversivo. A veces la cautela es el mejor sentido de la orientación cuando todo va muy rápido. Porque vaya oxímoron con el que convivimos en nuestros días: la idea de que el tiempo vale oro y no vale nada sobrevuelan en simultáneo. Coexisten en un mismo plano la idea de que el tiempo es dinero -y por lo tanto se puede manejar un auto doce horas sin parar y repetir como loro “soy dueño de mi tiempo” aunque de ahí se saque apenas un sueldo mínimo- y a su vez, evolucionan todos los mecanismos posibles para hacernos perder el tiempo, empezando por la publicidad del celular. Nos quieren un poco boludos, bastante distraídos y del todo quietos. Porque ahí cuando el tiempo se convierte en pensamiento y el pensamiento en acción, la acción puede ser revolucionaria. No es fácil, pero en ese intersticio entre la vida que soñamos para nosotros y para todo el mundo y la vidita que llevamos es donde tenemos albergada nuestra esperanza.

Nos vemos en el número 2.

Author

  • CABA
    Nació en Suecia, se crió en Buenos Aires y vivió seis años en Misiones. Es Lic. en Comunicación Social (UBA) y se dedicó al periodismo en distintos formatos. En 2025 publicó El mar es mucho más que un montón de agua. Toma mucho café, ama los gatos y nunca no está planeando viajes. También es uruguaya.

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