Especial
El camino de D10S: Km 0
La esquina del Diez
Por: Sergio Alvez, Matías Bordón, Lucas Bullones
Tierra natal de “Don Diego” y “Doña Tota”, la localidad de Esquina, en la provincia de Corrientes, representa un enclave trascendental en la cartografía maradoniana: allí comenzó a construirse el mito más grande de la historia del fútbol mundial. Pueblo de pesca y de carnaval, fue un refugio al que Diego siempre regresó y donde podía encontrar la paz que ningún otro lugar del mundo pudo darle. Sergio Alvez visitó la ciudad para dimensionar su importancia en la biografía del Diez y lo sintetiza en este reportaje, acompañado por el trabajo fotográfico de Matías Bordón.
octubre 30, 2023

Villa Fiorito, La Boca, Tokio, Nápoles, México, Sevilla, Rosario, La Habana, Sinaloa, Dubai, La Plata. La cartografía maradoniana traza un recorrido por ciudades que demarcan territorios sobre los cuales se esparce la leyenda deportiva y cultural. Cada una de estas geografías contiene fragmentos específicos de vida que, al amalgamarse en una sola trama, brindan integralidad a una de las biografías más intensas, caóticas y deslumbrantes de la historia contemporánea.

Es Villa Fiorito, en Lomas de Zamora, por ser su ciudad natal, el punto desde el que suele partir la enorme mayoría de las narrativas sobre Diego. La Paternal, donde se consolidó el profesional al debutar en primera división con Argentinos Juniors, es también un sitio de referencia absoluta en su itinerario deportivo. Si La Boca fue el comienzo de un romance eterno, Nápoles resultó ser la tierra prometida en la cual el reinado deportivo y político de Maradona alcanzó su cénit. Y así como un mediodía de 1986 en el estadio Azteca de la Ciudad de México Diego tocó el cielo con las manos, una madrugada de 2020 en Punta del Este mordió banquina y por poco no terminó en el peor abismo. Gloria, dolor, placer, caída y resurrección. En la mitología maradoniana a cada aldea le corresponde un capítulo. Para bien o mal, en todo terruño que conoció sus pasos, la huella se imprimió profunda e imborrable.

Pero existe un lugar que bien podría ser considerado como el verdadero punto de origen de la leyenda y que, a la vez, se revela como coordenada clave para entender muchos aspectos del mito posterior. Ese lugar se llama Esquina y se encuentra en la provincia argentina de Corrientes.

Sangre guaraní

Tiene enfrente, mesa de por medio, al periodista español Jesús Quintero, que fuma y escucha atentamente. La voz de Diego Armando Maradona surge lenta y pausada, con una serenidad casi impropia, que se condice en ese instante con su semblante.

Tengo sangre guaraní. Dicen los correntinos, amigos de mi padre, que la sangre guaraní tiene mucho más coraje, más fuego.

Al periodista le intriga especialmente ese asunto sanguíneo.

Parece mentira, como Argentina anda tropezando, tropezando y al final siempre se encuentra en la final. Esa mezcla de guaraní, de tano y de gallego, da una casta especial a la hora de los grandes momentos–dice el periodista.

Diego contesta:

Tenemos un poquito de todo. Y eso hace que la mezcla sea explosiva. No nos pueden vencer fácilmente.

Dalma Salvadora Franco Cariolichi, alias “La Tota”, y Diego “Chitoro” Maradona, madre y padre respectivamente, nacieron en Santa Rita de la Esquina, cabecera del municipio de Esquina, en el sudoeste de la provincia de Corrientes, un pueblo recostado contra el manso y breve Río Corrientes, que desemboca en el Paraná. 

Desde la arena gruesa que recubre la ribera esquinense, el horizonte presume la exuberancia laberíntica de las islas que el último rastro de sol alumbra. Son rincones entre el Canal Torelo, un dragado escupido hacia el Paraná cuyo serpentino trayecto atraviesa esteros, bancos de arena y lagunas que dan color a un hábitat perfecto para la fauna íctica y mamífera de este auténtico paraíso de pescadores.

En “Historia de Santa Rita de la Esquina”, de 1988, el investigador Juan Daniel Cafferata Soto advierte que “de los primitivos habitantes que poblaron el lugar, sólo nos quedan restos de cerámica”. Otro párrafo posterior señala que “eran pescadores y cazadores que obtenían sus presas con garrochas de madera con puntas pulidas al fuego. Los primeros europeos que llegaron los llamaron cuñamees (que en guaraní significa fuertes, muy bien dispuestos)”.

Los desplazamientos de la población guaraní en Corrientes comienzan en el siglo dieciséis. El proyecto colonial jesuita, los procesos constitutivos de los Estados y otras circunstancias signaron el paulatino exterminio de la presencia indígena tal y cual había existido. “A lo largo del siglo XIX, la población negra, mulata, indígena, parda y morena de la provincia de Corrientes empezó a ocultarse incluso de los registros censales”, aporta la investigadora Fátima Valenzuela, del Instituto de Investigaciones Geohistóricas de la Universidad Nacional del Nordeste.

Yo no tengo ninguna duda de que Maradona tiene ascendencia indígena, guaraní–asegura Mariano Aranda, integrante del equipo de Prensa de la Municipalidad de Esquina, realizador audiovisual independiente y comerciante del sector gastronómico. Junto a su compañero Marcos Alderete, en 2021 Mariano inició la investigación más profunda que hasta el momento se conoce acerca del árbol genealógico de Diego.

Los primeros Maradona

La pesquisa genealógica, que aún prosigue en pos de un trabajo documental, comenzó en los archivos del Registro de las Personas, siguió en viejos papeles del cementerio municipal, carpetas de la Prefectura Naval y otras fuentes que se fueron sumando a los testimonios de personas que conocieron a los antepasados del Diez.  

Investigamos quiénes fueron los antepasados de Maradona que llegaron a Esquina, desde el primer Maradona que arribó a la zona en 1815.

Mariano, propietario de una parrilla, despliega un croquis sobre la mesa. La lámina, tiene prolijamente trazadas con marcador negro, líneas y recuadros que surgen de una fotografía recortada y pegada, en la que se ve a un joven Diego Armando abrazado a “La Tota” y Don Diego. Alrededor hay fotocopias de partidas de nacimiento y defunción de varios integrantes de las familias Maradona y Franco. La información que se despliega entre estos papeles es crucial.

La bisabuela paterna de “Chitoro” fue quien le legó el apellido: Victorina Maradona. Nacida en 1862 y fallecida en 1915 en Esquina, según consta en la documentación, esta mujer tuvo un hijo llamado Saturnino Maradona, quien se casó con Lucía Vallejos. De esta unión, el 27 de noviembre de 1927 nació Don Diego, padre del astro futbolístico.

Matej Karolic nació en 1847 en la isla de Korcula (actualmente al sur de Croacia). A los 25 años migró a la Argentina, donde fue registrado como Mateo Cariolichi. Se instaló en Corrientes, donde en 1875 contrajo matrimonio con Trinidad Ferreyra, con quien tuvo ocho hijos. La menor, Salvadora, se casó con Atanasaio Franco y en 1929 dio a luz a Dalma Salvadora Franco Cariolichi, o sea, “Doña Tota”.

Fue un trabajo paciente, que fuimos haciendo con mucha dedicación, intentando unir las piezas perdidas de la historia de los Maradona a partir de información fehaciente. Pero como muchos de estos documentos e información se guardaban en el edificio municipal, hubo una filtración y una revista terminó publicando un artículo en el que reproducían de manera calcada lo que nosotros habíamos investigado, sin poner un pie en Esquina–cuenta Mariano.

Tierra de los padres

En la década del treinta, Esquina era la mayor productora de maní y una de las mayores productoras de naranja. Había mucha sandía, ganado y una febril actividad portuaria–cuenta el profesor de Historia especializado en historia regional José Moreyra. El investigador encontró en la Prefectura Naval antiguos registros que atestiguan la presencia de “Chitoro” Maradona como changarín del puerto de la ciudad.

Están por un lado los testimonios, que dan cuenta del oficio de “Chitoro” Maradona, desde muy joven, como estibador en el puerto, donde había muchísima actividad en esas décadas, ya que llegaban barcos de muchos lugares. Y en los papeles que encontramos figuran las cargas y descargas que se realizaban, y allí es posible hallar el apodo “Chitoro” en varias de esas viejas anotaciones. Era un trabajo durísimo, que se hacía con carros.

Al caminar hoy por la costanera de Esquina, en la zona portuaria se avistan aún en el piso, los añejos “noray”, artefactos de hierro macizo incrustados al suelo, que servían para amarrar las embarcaciones. La mayoría ostenta aún la inscripción “1922. Talleres Paraná”. Por aquí transitaba día y noche el joven “Chitoro” Maradona, ganándose el pan entre los barcos, hasta que él mismo tuvo a su cargo una lancha de carga.

“La Tota”, por su parte, también supo de sacrificios desde temprana edad. Fue costurera, lavandera, cocinera y hasta empleada doméstica, además, por supuesto, de madre y ama de casa. Fue ella, quien a mediados de la década del cincuenta, partió sola hacia Buenos Aires en busca de un futuro mejor al que, suponían, podrían llegar a tener en Esquina. Lo cuenta el propio Diego Armando en su biografía “Yo soy El Diego”:

La Tota se vino primero, con mi hermana mayor, Ana, al hombro. En Fiorito ya vivía mi tía Sara, que fue quien le dijo a mamá que allí estarían mejor. Mi viejo se quedó en Esquina esperando novedades, con Rita, mi otra hermana, y mi abuela Dora. Allá era lanchero, trabajaba para Don Lupo. Llevaba animales a las islas cuando el río crecía y volvía a buscarlos cuando llegaba la creciente para llevarlos otra vez a los campos. Vivía en el río. Conocía todos sus secretos. Allá tenía muchas de las cosas que le gustaban: pesca, asado, fútbol. Jugaba realmente bien al fútbol. Pero cuando La Tota lo llamó, se largó para Buenos Aires.

Conocido por todos en Esquina como “Perucho”, Juan Pedro Silva nació allí en 1952. Es el menor de 13 hermanos que se criaron en la misma casa sobre calle Reconquista donde hoy vive “Perucho”. Desde niño, el río y las islas fueron su segundo hogar. De adulto, se convirtió en uno de los guías de pesca más respetados de Esquina. oficio que abandonó hace apenas un par de años.

A los 8 años yo ya andaba pescando solo en mi canoa. Y cazando nutrias por ahí. –dice.

“Perucho” es 8 años mayor que Diego Armando Maradona, a quien considera un amigo. Esa amistad se fue forjando en los tiempos en que “Pelusa”, siendo todavía  un niño, solía llegar cada verano a Esquina para pasar las vacaciones junto a sus parientes.

En esos veranos, le pedíamos permiso a Doña Tota para llevarlo a jugar con nuestro equipo. Íbamos por todos lados. Se jugaba por plata. Ya ahí, con 11 años, era imparable. Nos hacía ganar plata. Después se prendía para ir a la isla con nosotros. Allá también jugábamos y pescábamos, hacíamos asado. Le decíamos Pelusa. Era muy callado y sabía nadar muy bien. A veces, en esos campamentos venía Don “Chitoro” y su hermano Cirilo, que era arquero del club San Martín acá de Esquina, le decían Tapón. Hoy puedo decir que tuve la suerte de jugar con el mejor jugador del mundo, y que juntos hicimos muchos goles en esos partidos de barrio.

Juan Pedro Silva, alias «Perucho».

“Perucho” pierde su mirada en el Canal Torelo, donde una lancha de pescadores se adentra en busca del Paraná. El sol le pega en la cara. Cuenta que dejó de ser guía por el agobio que le causaban ciertas actitudes de los turistas que “no saben pescar pero te dan órdenes como si supieran”. A pesar de estar retirado, no pasa un día sin venir al puerto, donde tiene amistades a granel. Cuando se le menciona a Diego Maradona, de su voz no paran de brotar anécdotas.

Una vez, jugando para Chacabuquito, el equipo de los pibes acá, se mandó una terrible. Creo que Pelusa tenía doce años. En el primer tiempo, Chacabuquito iba perdiendo 4 a 0 y entró Diego en el segundo. Ganaron 7 a 4, con 7 goles de Diego.

De Cirilo “Tapón” Maradona, hermano de “Chitoro” y tío de Diego, existe una entrevista publicada por la revista El Gráfico en 1979, en la que “Tapón” cuenta lo siguiente:

En esta familia el fútbol viene de lejos. El padre de Diego también jugaba. Era wing derecho. Y yo era arquero de San Martín, de Esquina. Y andaba bastante bien. Una vez le atajé dos penales seguidos a Central Goya. Como era petiso (y soy todavía) me pusieron Tapón.

El tío Cirilo, es también protagonista de una anécdota que para Diego Armando resultó imborrable, y que terminaría relatando en una entrevista televisiva:

Yo tenía 9 años y en la casa de Villa Fiorito, un día salí corriendo atrás de una pelota. Me caí en un pozo ciego. Quedé hundido hasta el cuello en la mierda, pero no intenté salir: seguía buscando la pelota y me hundía cada vez más… Mi tío Cirilo me salvó metiendo la mitad de su cuerpo en el pozo, casi colgado de la cabeza, y estirando su mano para tomar la mía. Si él no lo hubiera hecho, habría muerto en ese pozo… corriendo detrás de una pelota.

El vínculo entre “Perucho” Silva y el Diez se prolongó a través del tiempo, con las sucesivas visitas del futbolista a Esquina, ya convertido en un astro del deporte. Una de estas incursiones fue en 1982, siendo aún jugador de Boca Juniors y tras una serie de partidos preparatorios con la Selección Argentina de cara al Mundial de España. Un año antes, en enero de 1981, antes de pasar a Boca, había jugado en el club San Martín de Esquina un partido a beneficio del Hospital San Roque.

-Siempre venía por pocos días. Esa vez vino con Claudia, con sus padres y algunos amigos. Me buscaba para que los lleve a pescar por el Paraná Miní, por los arroyos, por lugares que yo conocía de memoria y que a Diego le encantaban. Muchas veces tuvimos que espantar a los periodistas que lo andaban buscando. Acá siempre tuvo paz. Y a diferencia de cuando era chico, ya de adulto era de hablar mucho, de contar sus cosas, cuando estaba mal se le notaba enseguida. Le gustaba comer asado en la isla, jugar al truco y tomar vino con los muchachos. Y le gustaba el chamamé. Él amaba Corrientes, estaba empayesado por esta tierra. Era feliz acá, lejos de los flashes y la presión que tenía su vida.

Raúl «Lito» Ruiz Díaz, policía retirado que cumplía funciones entre Esquina y Empedrado, recuerda que «cuando jugaba en Nápoli, Diego llegó un diciembre con las manos llenas, había traído dos camiones con acoplados repletos de panes dulces y bebidas para regalar y llegó a la comisaría para pedirnos estacionarlos allí. No lo podíamos creer».

Tras la consagratoria participación en el Mundial de México 86, Diego Maradona volvió a Esquina unos días, en busca de paz. Fue en el verano de 1987. Existe un material audiovisual en el que se lo ve a bordo de una lancha, llegando desde el río, hasta alcanzar la costa, de pie y mostrando dos dorados, uno en cada mano. A cámara, Diego dice:

Aquello fue maravilloso, pero la tranquilidad que tengo en Esquina no la cambio por nada. Poder divertirme, teniendo a gente que me quiere mucho, no lo cambio por nada del mundo.

Al hombre que manejaba esa lancha le decían “Tata” y se llamaba José Gutiérrez.  Al igual que “Perucho”, José fue otro de los guías baqueanos que Maradona solía elegir.

Aquella vez estaba Claudia, Don Diego, el suegro de Maradona, y otras personas. Me dijo: vamos a un lugar donde nadie nos encuentre. Y nos quedamos de campamento. Yo conocía un lugar bien limpiadito (despejado) porque sabía que a él le gustaba jugar al fútbol y al vóley. Llevábamos tubos fluorescentes y carpas para quedar. Era un muchacho alegre, muy bueno con todos. Ese video en el que yo estoy manejando la lancha dio vuelta al mundo y a mi me cambió la vida. Gente de todos lados comenzó a llegar y a preguntar por mi para que los lleve a pescarcontó “Tata” en una entrevista con un programa televisivo sobre pesca deportiva.

En un segundo tramo del histórico material fílmico, se lo ve a Diego Armando sentado en la costa de Esquina, compartiendo un partido de truco y charlas con algunos amigos de su padre.

Adoro las tierras de mi padre. En estos lugares hay paz, hay belleza, me gustaría que lo conozca todo el mundo.

A diferencia de prácticamente todas las ciudades del mundo por las que anduvo, en Esquina, el Diego Armando Maradona famoso, lograba un nivel de sosiego y lejanía del asedio que no encontraría jamás en ninguna otra parte. Y en la pesca encontró siempre una conexión directa con la idiosincrasia de su padre, que, al fin, era también la suya.

«El mudito»

En la biografía del Diez, el aura de Esquina se extiende a otras latitudes, ya que no fueron pocos los compinches esquinenses que acompañaron a Diego a otras partes del mundo. Muchos de ellos, al igual que él, ya fallecieron. La mayoría eran conocidos de Don “Chitoro”, con quienes Diego Armando supo entenderse a la perfección pese a la diferencia de edad. Otros, más jóvenes, estuvieron muy cerca de él en momentos trascendentales.

A Ricardo “El Soldadito” Ayala, el jugador lo llevó a vivir a Barcelona cuando fue contratado por el club “culé” en 1982. Y estuvo también la noche del viernes 26 de abril de 1991, cuando la Policía Federal irrumpió en el edificio del barrio porteño de Caballito, en el marco del operativo que terminó con la detención de Maradona por tenencia de estupefacientes, cuya fotografía, esposado y visiblemente afectado, ocupó la primera plana de todos los diarios del planeta. Ayala y otro muchacho correntino, Germán Pérez, también terminaron detenidos esa noche.

Pero se destaca especialmente, en esa legión de correntinos leales, Rodolfo González, que por su discapacidad vocal era conocido por todo el mundo como “El Mudito” y vive actualmente en el popular barrio lindante al Hospital San Roque.

De niño, “El Mudito” se constituyó como uno de los mejores amigos de “Pelusa” en esos veranos esquinenses. Lo esperaba todo el año para vivir las vacaciones con Diego a puro fútbol, pesca y andanzas por el pueblo. Cuando Diego comenzó a triunfar en el fútbol profesional, convocó a “El Mudito” para que asistiera a sus padres en Buenos Aires, algo que fortaleció aún más la amistad.

En abril de 1994, para la épica preparación física de cara al Mundial de Estados Unidos, en una estancia ubicada en Santa Rosa (La Pampa), uno de los amigos que lo acompañó fue justamente “El Mudito”. Así lo contó Diego:

Allá fuimos entonces, con mi viejo, con Fernando (Signorini), Marcos (Franchi), Germán Pérez, y Rodolfo Gonzlez, el Mudito, un amigo de Esquina, que está con nosotros siempre listo para darle una mano a mis viejos.

En “El último Maradona. Cuando a Diego le cortaron las piernas”, de los periodistas Andrés Burgo y Alejandro Wall, se cuenta que durante la estadía en La Pampa, Diego tenía que bajar de peso a contrarreloj y por eso se entregó a un esfuerzo de altísima intensidad, con tiempos de recuperación incompletos que le estimularon el metabolismo de los ácidos grasos y no de los hidratos de carbono. Y en el medio de cada turno, al mediodía y a la noche, mucho pollo y mucho cordero: Don Diego y El Mudito preparaban unos asados que deberían figurar en los libros de la cocina argentina.

Soldador de oficio, Willy González es hermano de “El Mudito” y vive al igual que él, en el “barrio Hospital”. Con un vaso de cerveza en mano, que bebe sin bajarse de su bicicleta y con la sonrisa inalterable, a Willy se le encienden los ojos al hablar de su hermano.

Mi hermano es un tremendo jugador de fútbol. Ante todo, eso, jugaba a la par de Maradona, y jugaron juntos muchísimos partidos acá en Esquina y en otros lugares. Vivió muchas cosas con Diego. Él no puede hablar pero se acuerda de todo. Somos gente humilde, del carnaval, gente trabajadora y sencilla.

Último carnaval

Anécdotas de sus estadías en el tradicional hotel Equé Porá, un monolito donde estuvo la humilde casa de sus padres y una costanera que lleva su nombre. Estos son algunos de los rastros maradonianos en una ciudad que, aunque lejos está de hacer del mito su bandera turística, en los últimos años muestra mayor interés.

Además de la pesca deportiva, el carnaval es el otro emblema distintivo de esta pintoresca ciudad. Es que Esquina es considerada la cuna y epicentro de la Fiesta Nacional del Carnaval Argentino; una tradición que involucra a toda la provincia de Corrientes, y que dio origen a la celebración del carnaval en todo el país. Con 55 años de existencia, el carnaval de Esquina nació con la comparsa Yasy Berá, y se mantiene vigente cada mes de febrero con la participación de Yeroquí Porá, Carú Curá, Esquina Samba Show y la pionera mencionada.

Según uno de los mitos del pueblo, Don Diego y Doña “Tota” se conocieron en ese carnaval. Fiel amante de esta celebración, Diego acudió en 2017 a los carnavales de Corrientes junto a su hermana Elsa “Lili” y sus sobrinas Belén, Mary, Ana y Kity. Los Maradona tenemos sangre correntina, y el verdadero carnaval de la Argentina está acá, escribió Diego en sus redes entonces. Esa noche cantó, bailó y se sacó cientos de fotos en el corsódromo. Sin saberlo vivió aquella vez su última velada correntina.

Productores maradonianos asociades: Nico Fava, Lucho Camilo, Fer Paniagua, Facu Barreto, Matías Colantti, Lucía Sabini, Julieta Escala, Facundo Nívolo, Andrea Casabuono, Marina Vota, Flor Antueno, Martín “Pepe” Vives, Flora Torres, Mónica Gonzalez, Lucrecia Pérez Laguna, Dani Arguello, Daniel Ghizzone y Noe.

Autores

  • Sergio Alvez

    Posadas
    Periodista y escritor. Nacido y criado en el barrio Patotí de Posadas. Maestrando en periodismo (UNLP). Autor de los libros de relatos Urú (2016), Toma (2018), Descubiertero (2020), El caso Dorneles (2022) y Presente (2023). Extremista de la siesta. Marco teórico: Boca Juniors.

  • Matías Bordón

    Eldorado
    Reportero gráfico y escritor. Profesor de lengua y literatura. Diplomado en fotografía social y especializado en fotografíadocumental. Nacido en la República de Corrientes y criado en Eldorado. Gestor cultural y músico de asados. Amante del cine, los gatos y el mate. Hubiese sido basquetbolista pero la genética no se lo permitió.

  • Lucas Bullones

    Godoy Cruz
    Más mendocino que las tortitas raspadas. Estudiante y trabajador de la comunicación visual. Diseñador de Tierra Roja. Melómano y futbolero.

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